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Futbol, ''telonero'' del ''Potrillo'' en la Arena VFG

Alejandro Fernández comienza el concierto con más de una hora de retraso; con los primeros acordes los silbidos cambiaron por aplausos

TLAJOMULCO DE ZÚÑIGA, JALISCO (08/SEP/2012).- Llevaba una hora de retraso y el público en la Arena VFG comenzaba a impacientarse. Querían ver al “Potrillo” y, sin embargo, les pusieron el partido de México contra Costa Rica. El “Tri” fue el telonero del charro pop más querido del país. Mientras unos se desesperaban y otros se levantaban exaltados con las jugadas de gol, Alejandro Fernández seguía sin poner un pie sobre el escenario.

Las gradas fueron luciendo cada vez más llenas. Las dos pantallas que transmitían el partido se tornaron negras y los presentes lo aseveraban: ahí viene Alejandro. Pero no. Jóvenes, adultos, amigos, parejas y familias esperaron por 20 minutos más.

Doña Cuca, esposa de don Vicente, aguardaba en su palco, esperando que su hijo tomara el micrófono. Y las luces se atenuaron rápidamente. La venta de alcohol y botanas cesó por un momento y los gritos ansiosos de las fanáticas sacudieron tímpanos. De mariachero azabache con detalles en blanco salió ante los que lo pedían a gritos. Alejandro Fernández tomó su sombrero de charro e hizo una reverencia.

Entró con un popurrí: Ojo por ojo, La mitad que me faltaba, A pesar de todo y Loco fueron las primeras en sonar. Seis violines, tres guitarrones y dos trompetas lo acompañaron durante los temas con un toque más vernáculo.

“Muy buenas noches, Guadalajara. ¿Cómo está la ciudad más bella de la República Mexicana?”. Saludó a todos los que estaban coreando sus canciones, pero para ellas encontró un saludo más original: “Aquí es donde se da la mejor carne del Occidente y que no se come; ésta camina”. Y así comenzó a cantar Mátalas.

Pequeñas gotas de sudor comenzaban a surcar su frente, pero su característico peinado hacia atrás continuaba intacto mientras interpretaba Cascos ligeros. Pedía aplausos entre tema y tema. Luego los primeros acordes de Estuve se escucharon y el público lo siguió, cantando junto a él. Fue entonces cuando las aproximadamente 10 mil 200 personas cambiaron los silbidos y la desesperación por los aplausos y el júbilo.

EL INFORMADOR / RUBÉN GIL

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