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Furor zombi

George A. Romero con su filme ‘’La noche de los muertos vivientes’’ en 1968 inició lo que vendría a ser una moda alrededor del mundo zombi

GUADALAJARA, JALISCO (24/OCT/2013).- Aunque sigan allí vampiros y hombres lobo, con todo y sus recientes historias adolescentes y lacrimógenas al estilo de la exitosa serie Crepúsculo, han ido dando lugar poco a poco a otro tipo de monstruos algo más lentos pero con el espíritu tenaz de la tortuga frente a la liebre.

De la tecnificación han echado mano los distintos géneros considerados por mucho tiempo ancilares dentro de la literatura, pero que hoy demuestran que no hay nada más vivo que aquello que se va formulando desde la periferia.

George A. Romero con su filme ‘’La noche de los muertos vivientes’’ en 1968 inició lo que vendría a ser una moda alrededor del mundo zombi. En su película ni siquiera se menciona la palabra, no se les califica, y por primera vez los muertos vivos no son resultado de rituales negros hawaianos. Nadie sabe por qué están allí, ni qué son. Tal vez el resultado de una radiación interplanetaria, quién podría afirmarlo.

A la ahora película de culto de Romero le ha seguido una horda de nuevas versiones, remakes, imitaciones, refundaciones del subgénero del horror. Y como las distintas artes contemporáneas traban entre sí fluidos vasos comunicantes, lo que sucede en un lugar del universo de la imaginación inmediatamente repercute en otro: novelas basadas en películas o películas basadas en bestsellers editoriales, novelas por entregas dadas a conocer en blogs con miles de visitas, videojuegos donde los niños aprenden las distintas formas de incinerar a un zombi…

Entre los clásicos del género en la literatura hoy por hoy, muchos de ellos llevados ya a la pantalla grande, encontramos ‘’Apocalipsis Z’’del bloguero español Manel Loureiro, ‘’Guerra mundial Z’’ de Max Brooks, ‘’Cell’’ del siempre sorprendente Stephen King o ‘’The Walking Dead’’ de Robert Kirkman, que en versión serie televisiva ha venido a ser un fenómeno de audiencia. Los nombres y los títulos son un virus malamente benigno que invade las redes, sin prisa y sin pausa.

Pero no solo la actualidad ha sido invadida por el furor zombi. Los clásicos, considerados por tanto tiempo literatura muerta por muchos lectores que los evitan por no reflejar sus intereses o por mero prejuicio, han sido mordidos y contagiados: se han convertido en los nuevos muertos vivientes. Tan solo en 2009 salió a la luz para los lectores del género negro la novela Orgullo y prejuicio y zombis, una reescritura de la obra de Jane Austen donde las hermanas Bennet junto al señor Bingley viven sus sueños románticos al tiempo que se dedican a la caza de zombis.

La versión corrió a cargo de Seth Grahame-Smith, mientras que Lázaro González Pérez de Tormes en ese mismo año recurrió a las mismas malas artes con Lazarillo Z. Matar zombis nunca fue tan divertido. ‘’El pícaro lazarillo de Tormes’’ nunca sufrió menos para solazar a sus lectores. Lo lógico sería decir que los clásicos no están muertos y por eso mismo son clásicos, no obstante aquí los clásicos mueren a su antigua vida para ser leídos por miles de apasionados del horror, de ver los órganos destrozados de aquellas novelas que de tanto ser recomendadas llegaron a prohibirse tácitamente.

Es lo que pudo haber sucedido nada menos que con Don Quijote Z de Azael González G., donde el célebre caballero enloquece ya no por la lectura de libros de caballería sino de zombis. O bien, en 2010 Alberto López Aroca publicó Sherlock Holmes y los Zombis de Camford, dando un giro al personaje más querido –muerto y resucitado por su autor debido a las exigencias de sus lectores- de sir Arthur Conan Doyle.

Ya que las ventas han sido millonarias, habrá que esperar que resuciten todavía más clásicos para deambular e infectar a más y más lectores ávidos de ver lo mismo en lo diferente.

Para quien haya pensado que el papel ha pasado o pasará pronto a la historia, el joven autor español Manel Loureiro, de dar a conocer su historia de un zombi contemporáneo en versión electrónica para blogueros, dio el salto a las páginas amarillentas de la editorial Paza & Janés en 2009 con Apocalipsis Z: los días oscuros, la que además pronto será llevada a la pantalla grande.

No deberíamos sorprendernos si los lectores contemporáneos nos vienen a decir que en realidad el gran clásico mexicano Pedro Páramo no es una historia de fantasmas sino de zombis, al igual que el entrañable y magnífico cuento El guardagujas de Juan José Arreola que hasta el mismo Borges habría querido escribir. ¿Y si los pasajeros de los infatuados trenes que no van a ningún lado fueran nada menos que muertos vivientes?

Una cuestión de derechos de autor evitaría un remake de cualquiera de estas obras, pero quién nos dice si ciertas historias del XIX mexicano no podrían ser veneradas como agentes zombis, dígase Los bandidos del río frío de Manuel Payno, El Zarco de Manuel Altamirano o Santa de Federico Gamboa.

Jorge Fernández Gonzalo en su libro Filosofía zombi afirma que “Rehacer una película no es tanto homenajearla como reafirmar su existencia, ya sea por la parodia o por la consideración positiva de su factura”, de donde partirá para trasladar la experiencia a la literatura.

Habrá que ver cómo interpretar semejante furor. El miedo a lo desconocido, el horror ante el misterio que envuelve la vida humana es convocado en las hordas de zombis que no cesan de contaminar a la humanidad para trasladarla al borde de la histeria apocalíptica. No se sabe quién es más zombi: el niño estático ante la pantalla de la computadora, oprimiendo los botones para aniquilar a los muertos vivientes en el videojuego Dead Island, o los zombis mismos, más vivos que nunca.

Cabe esperar que la imagen de los zombis se vaya modificando a tal grado que cada vez su humanidad sea más loable que la nuestra. En la literatura, el efecto apenas acaba de empezar.
 
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