Entretenimiento
Franco De Vita, el señor romance
El Auditorio Benito Juárez se vio inundado por las baladas y la energía positiva del intérprete
Pero si la pasión es una ciencia empírica, Franco de Vita debe ser uno de los pocos seres humanos que sabe cómo inflamar con melosidad casi cualquier corazón. Un mago de las emociones que a través de su voz conoce la alquimia del amor.
El inicio no fue fácil. Veinte minutos después de lo pactado, ante un mar de silbidos y gritos de protesta por la tardanza, De Vita saltó al escenario del Auditorio Benito Juárez de las Fiestas de Octubre. Su rostro dejaba ver cierta contrariedad, en parte porque llegó tarde (conoció de primera mano los estragos del tráfico tapatío), en parte porque no sabía con qué se iba a encontrar cuando estuviera en el escenario de la máxima feria tapatía. Las décadas de trayectoria, Discos de Oro y reconocimientos se vuelven muy chiquitos cuando se trata de lidiar con una audiencia ansiosa.
Pero apenas puso un pie en la tarima para dar su show, el público, más de 16 mil personas, lo bañó en un sonoro aplauso. El rostro de De Vita se transformó al instante: pasó de la agonía al éxtasis.
Los nervios del venezolano se evaporaron en un suspiro y comenzó a operar su técnica sobre el escenario: Canciones cargadas de frases melosas, alegorías al romance, relaciones tormentosas, palabras que no se dicen, amores no concretados, relaciones destruidas y reuniones felices. A veces muy obvias, otras veces perdidas en un lenguaje deliberadamente críptico, las melodías del cantante conectaron de forma inmediata con la audiencia. Temas fácilmente reconocibles, melodías pegajosas, todas apuntando directo al corazón.
Y es que si el público chifló durante 20 minutos el retraso del artista, bastaron los acordes de ''Si la vez'', ''Te amo'', ''Louis'' y ''Tan solo tú'' para que el coraje quedara sepultado. "Muchas gracias, Guadalajara. Es un privilegio estar con ustedes, aquí, esta noche", saludó el sudamericano, aunque su voz se apagó constantemente ante el griterío generalizado.
La mitad del espectáculo se vio en el escenario. La producción austera (tres pantallas de leds y un juego de luces robóticas) sirvió de flanco para que Franco se moviera a sus anchas por el escenario. Acompañado por su banda de músicos y su inseparable piano, el venezolano ofreció un espectáculo que fue visualmente poco llamativo al no agregar ningún elemento diferente a lo que se ha visto en las Fiestas de Octubre, hasta ahora. Sobre el escenario hubo más talento que montaje.
La otra mitad del show estuvo abajo. Y fue allí donde sobró el color, donde las gradas y sillas metálicas se pintaron con la emoción de los asistentes. Había desde niños hasta adultos mayores; las mujeres predominaron. Fueron ellas las que más gritaron, corearon y aplaudieron. Las que le gritaban "¡papacito!" y las que se sabían hasta los temas que no eran sencillos. Brazos alzados, la mirada fija, los celulares apuntando al escenario y hasta una espontánea "ola" que recorrió de lado a lado el Benito Juárez.
Atrás del piano, con la guitarra acústica, la eléctrica o solamente con el micrófono, De Vita terminó por ofrecer una "faena completa". Los 20 minutos de retraso se convirtieron en una anécdota fácil de olvidar. Al final, las sonrisas en el Benito Juárez eran generalizadas. La más grande, la de Franco.
Quién sabe, quizá sí exista una fórmula para el romance que solo él conoce.
Por cierto
De pisa y corre
Si usted estaba estancado en el tráfico que rodea a las Fiestas de Octubre, y le pareció ver a Franco de Vita en una camioneta en color gris, puede que haya estado en lo cierto.
Y es que el cantante tuvo que lidiar con la realidad que enfrentan buena parte de los habitantes de la Zona Metropolitana de Guadalajara: Vialidades colapsadas, ausencia de señalamientos y problemas de estacionamiento.
Cómo sería el retraso que enfrentó De Vita, que la tradicional rueda de prensa que ofrecen los artistas previo a su concierto en el Benito Juárez se tuvo que cancelar. El cantante bajó de su camioneta y, sin llegar a su camerino, tuvo que enfilarse directo al escenario.
EL INFORMADOR / FRANCISCO GONZÁLEZ
Síguenos en