Entretenimiento
Escribir con luz, narrar con imágenes
Alejandro Cantú, quien ha trabajado con Ripstein y Eimbcke, compartirá sus conocimientos con noveles fotógrafos
Aunque en los últimos días el nombre de Emmanuel Lubezki ha estado presente en la conciencia colectiva gracias a su quinta nominación al Oscar por su trabajo en El árbol de la vida, lo cierto es que no es el único cinefotógrafo mexicano destacado, pues en la lista figuran nombres como el de Alejandro Cantú, que el año pasado consiguió el Mayahuel a Mejor fotografía por el largometraje Burros y que ha trabajado a las órdenes de cineastas como Arturo Ripstein, Julián Hernández, Fernando Eimbcke, Iván Ávila y Rigoberto Pérezcano.
Y será precisamente Alejandro Cantú, egresado del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, quien comparta sus conocimientos en la cuarta edición del seminario-taller Escribiendo con luz, que organiza el Festival Internacional de Cine en Guadalajara, durante hoy y mañana en el marco de la 27a. edición.
También es importante apuntar que aun cuando la cinefotografía se concibe como un campo masculino, nombres como María José Seco y Celiana Cárdenas han logrado posicionarse en el área que maneja la luz en una película con trabajos como La demora y No eres tú soy yo, respectivamente.
Oficio demandante
Laura Manguesi, coordinadora de Fotografía del Centro de Estudios Cinematográficos (CCC), asegura que cintas como Los olvidados y Ensayo de un crimen, de Luis Buñuel, retratadas por Gabriel Figueroa, son excelentes ejemplos de cómo se echa mano de la imagen como parte narrativa “y no tanto de los diálogos”. Mientras que de entre las cintas más recientes destaca Alamar, una docuficción de Pedro González-Rubio, “porque consigue que la cinta luzca auténtica y porque capta momentos íntimos con precisión, se aprecian los gestos, los detalles, los paisajes y eso suma a la película”, esto sin olvidar claro El árbol de la vida, cuyo peso visual consigue el espectador experimente sensaciones a partir de la imagen.
Por lo que respecta al trabajo de un cinefotógrafo en las diferentes etapas de producción de un filme, Manguesi asegura que su labor inicia aproximadamente dos meses antes del rodaje, cuando prepara y asigna planos, luego filma, tarea que le toma entre seis y ocho semanas, y una vez que la cinta ha sido editada viene la corrección de color, aunque no todos participan en esta última etapa debido a que generalmente ya tienen otros proyectos en agenda.
La coordinadora también enfatiza que para dedicarse a este oficio se debe tener en cuenta que se trata de un trabajo demandante, en el que difícilmente se pueden tener espacios personales “porque las películas absorben al menos cuatro meses continuos de tu vida”, no así cuando se trata de fotografiar comerciales, pero en ambos requieren mucho tiempo, aunque ciertamente a diferencia de los directores, los fotógrafos pasan de un proyecto a otro con mayor facilidad, “pues un realizador generalmente se toma más de un año en su película y un fotógrafo en un año puede hacer dos o tres producciones”.
Finalmente, y sobre la relación entre el director y el fotógrafo vale la pena mencionar lo publicado en el libro 24 X segundo, editado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la Universidad de Guadalajara, en el que Felipe Cazals comenta: “Yo diría que los cinefotógrafos en México son exactamente igual que los pintores… hay una especie de virtud para la recreación plástica…estoy convencido desde hace años que es un asunto de marido y mujer, sin que se malinterprete; debe haber un maridaje entre el fotógrafo y el director, y si no existe tal, mal está la película”.
¿Qué es?
Pinturas en movimiento
Un cinefotógrafo se encarga del peso visual de las historias. Crea atmósferas, plasma en la pantalla la visión del director, traduce pues las palabras del realizador para que los relatos tomen forma. Trabaja con luz, utiliza lentes especiales y define los movimientos y las posiciones de la cámara, para con ello comunicar también mediante imágenes las emociones que viven o sufren los personajes, se encarga del contexto que rodea a los protagonistas. La intuición y la sensibilidad son elementales, además de una formación profesional, ya que trabaja siempre bajo presión y debe ser atinado, preciso y dispuesto a negociar.
El responsable de la imagen de cintas como Amores perros y 21 gramos consiguió el reconocimiento internacional cuando en 2006 fue nominado al Oscar por su trabajo en la controversial Secreto en la montaña, además de que cuatro premios Ariel lo posicionan entre los más destacados del país. Trabaja mayormente en Estados Unidos.
ANTECEDENTES
Joyas de exportación
En México los cinefotógrafos suelen trabajar tanto en el país como en el extranjero, porque las escuelas de cine y la industria nacional permiten que tengan un entrenamiento de muy alta calidad. Esteban de Llaca, Martin Boege, Juan José Saravia, Emiliano Villanueva, Guillermo Granillo, Rodrigo Prieto, Emmanuel Lubezki, Serguei Saldívar Tanaka y Gabriel Beristain, por mencionar algunos, todos de primer nivel y todos ellos se han formado en México.
En lo que respecta a las cintas mexicanas, Laura Manguesi, coordinadora de Fotografía del Centro de Estudios Cinematográficos (CCC), apunta que además de lo realizado por Gabriel Figueroa habría que destacar que el que abrió la brecha en México fue Sergei M. Eisenstein, quien estuvo en nuestro país a principios de la década de los años treinta con ¡Que viva México!, “y aunque no terminó como película porque se fragmentó, esta pieza sentó las bases de una estética de la imagen mexicana, abrió una brecha, y de ahí en adelante surgen muchos fotógrafos que también parten de una riqueza visual para narrar”.
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