Entretenimiento
Emibcke, de mesero a cineasta
Cuando estudiaba cine, el joven cineasta tuvo que trabajar de mesero para poder subsistir y financiar sus primeros cortos
CIUDAD DE MÉXICO.- Fernando Eimbcke realizó el examen para ingresar al Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, reprobó.
Luego, cuando finalmente ingresó, tuvo que trabajar de mesero para poder subsistir.
Y en 2003, mientras filmaba su ópera prima “Temporada de patos”, apostaba cada semana las cervezas en futbol, y siempre perdió.
Digamos que ha tenido que luchar contra todo. Pero este año, con su segunda cinta “Lake Tahoe”, obtuvo dos premios en el festival de Berlín y está en la lucha por el Goya español.
Pero Fernando no se la cree. “Diría que nada ha cambiado en mí desde que hice la primera película. Sigo enfrentándome a una página en blanco con los mismos miedos y sensibilidades”, dice.
—A la distancia, ¿qué te dicen las palabras bar Milán?
—¡Años de trabajo, aunque yo le llamo la beca Milán! Fue durante la época en que estudiaba cine y Daniel Giménez Cacho y toda esta gente de teatro apoyaba a los estudiantes. Podías trabajar en la noche, ahí anduvimos varios, como Enrique Arreola (su coprotagonista en Temporada...) y yo.
—¿Eran buenas las propinas?
—¡Bastante buenas! Ahí siempre me apoyaron mucho, de hecho mi primer corto de la escuela lo hice ahí, se llama Disculpe las molestias.
—¿Qué te recuerda Tlatelolco?
—Temporada de patos. Para mí fue como una segunda casa durante el proceso de cinco semanas de rodaje. Había un ambiente familiar. Los sábados jugábamos contra el equipo de ahí en Tlatelolco, siempre apostábamos las cervezas, y siempre ganaron
—¿Cuál fue el mejor halago para “Temporada...”?
—Que era fresca.
—¿Y lo peor?
—Que era lenta y aburrida.
—¿Por qué cineasta?
—Porque no quedó de otras (risas). Entré a estudiar comunicación y no me gustó. Luego conocí a fotógrafos como Lubezki (Emmanuel, Y tu mamá también), investigué y me di cuenta que había una escuela de cine que era el CUEC. Reprobé el examen la primera vez.
Luego, cuando finalmente ingresó, tuvo que trabajar de mesero para poder subsistir.
Y en 2003, mientras filmaba su ópera prima “Temporada de patos”, apostaba cada semana las cervezas en futbol, y siempre perdió.
Digamos que ha tenido que luchar contra todo. Pero este año, con su segunda cinta “Lake Tahoe”, obtuvo dos premios en el festival de Berlín y está en la lucha por el Goya español.
Pero Fernando no se la cree. “Diría que nada ha cambiado en mí desde que hice la primera película. Sigo enfrentándome a una página en blanco con los mismos miedos y sensibilidades”, dice.
—A la distancia, ¿qué te dicen las palabras bar Milán?
—¡Años de trabajo, aunque yo le llamo la beca Milán! Fue durante la época en que estudiaba cine y Daniel Giménez Cacho y toda esta gente de teatro apoyaba a los estudiantes. Podías trabajar en la noche, ahí anduvimos varios, como Enrique Arreola (su coprotagonista en Temporada...) y yo.
—¿Eran buenas las propinas?
—¡Bastante buenas! Ahí siempre me apoyaron mucho, de hecho mi primer corto de la escuela lo hice ahí, se llama Disculpe las molestias.
—¿Qué te recuerda Tlatelolco?
—Temporada de patos. Para mí fue como una segunda casa durante el proceso de cinco semanas de rodaje. Había un ambiente familiar. Los sábados jugábamos contra el equipo de ahí en Tlatelolco, siempre apostábamos las cervezas, y siempre ganaron
—¿Cuál fue el mejor halago para “Temporada...”?
—Que era fresca.
—¿Y lo peor?
—Que era lenta y aburrida.
—¿Por qué cineasta?
—Porque no quedó de otras (risas). Entré a estudiar comunicación y no me gustó. Luego conocí a fotógrafos como Lubezki (Emmanuel, Y tu mamá también), investigué y me di cuenta que había una escuela de cine que era el CUEC. Reprobé el examen la primera vez.
Síguenos en