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El poeta de La suave patria
Su poesía es punto y aparte de lo hecho hasta ese momento en México y mucho hay de razón cuando se afirma que también mucho de lo hecho hasta ahora
Ramón Modesto Velarde Berumen ha sido uno de los escritores más queridos y respetados por sus iguales en vida; ha sido una de las figuras más significativas en la cultura mexicana; ha obtenido -por su brillantez y fina inteligencia- la sabiduría de las letras y el pragmatismo de la república literaria.
"Suave Patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito
como a niña que asoma por la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito."
El poeta nació el mismo año en que llegó a México el ferrocarril, 1888. La modernización porfirista se anunciaba con base en la movilización y extensión de vías más rápidas que las bestias. Y murió en 1921, apenas tres meses antes de celebrar el primer centenario de la consumación de la Independencia.
Hijo de abogado jalisciense, Ramón -nacido en Jerez, Zacatecas, un 15 de junio- hereda la profesión y un catolicismo fervoroso que lo lleva a ciertas cimas poéticas y a desiertos amorosos biográficos.
Su poesía es punto y aparte de lo hecho hasta ese momento en México y mucho hay de razón cuando se afirma que también mucho de lo hecho hasta ahora.
Con mano izquierda en la hoja en blanco y con mano derecha en la política, impulsó desde las páginas de las revistas los apostolados modernistas y las reformas maderistas, respectivamente; lo último se dio a partir de su encuentro personal con Francisco I. Madero, en 1910.
"Inaccesible al deshonor, floreces:
creeré en ti, mientras una mexicana
en su tápalo lleve los dobleces
de la tienda, a las seis de la mañana,
y al estrenar su lujo, quede lleno
el país, del aroma del estreno."
Alejado de los avatares políticos y revolucionarios en que se encontraba el país y luego de sus participaciones periódicas en Ciudad de México, en 1915, dentro de la aparente calma que representó el gobierno de Venustiano Carranza, López Velarde se "introspecta" para extraer su más diamantina voz y empezar a crear su poética personal. En ese tiempo, sin rivalidad pero con marcada oposición estética, aparecían en el lienzo de la poesía con dominio nacional, Enrique González Martínez y José Juan Tablada. López Velarde simpatizaba más con el segundo.
La sangre devota (1916) y Zozobra (1919), sus primeros libros, son presencias de un catolicismo a contracorriente y la esperanza perdida por un doble amor imposible: el Seminario al que renunció y el amor por Fuensanta, mujer a la que más amó y quien murió en 1917.
"Como la sota moza, Patria mía,
en piso de metal, vives al día,
de milagro, como la lotería."
Ya con el gobierno de Obregón, Vasconcelos, como titular de Educación, invita a López Velarde a participar en la publicación de El maestro, revista donde anuncia los motivos que lo llevarán a escribir el poema que lo volvió popular, respetado y polémico, La suave patria, y al que, en este mes patrio, sería conveniente leer.
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