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El mito de Nelson Mandela llega a Hollywood

El cineasta cuenta la historia de una figura clave para el mundo y cuyo eco resuena hasta hoy

El mito de Nelson Mandela llega a Hollywood
CIUDAD DE MÉXICO.- Dos leyendas encuentra su punto medio en la pantalla de plata. Nelson Mandela tiene fascinado a Clint Eastwood desde hace años y el astro del cine ha dedicado parte de su vida y trabajo como actor y director a examinar el tema de la venganza desde diversos puntos de vista.

Cuenta John Carlin, autor del libro The Human factor: Nelson Mandela and the game that changed the world (publicación en la que está basado el reciente filme de Eastwood, Invictus, a estrenarse este viernes en México), que el cineasta estadounidense de 79 años quiso retratar al ex presidente sudafricano no sólo como un simple héroe, también quiso mostrar la parte más profunda y humana de éste: Un hombre de carne y hueso que acierta y se equivoca.

“Sigue pareciéndome asombroso. Todavía no me hago a la idea. No parece posible dentro de la naturaleza humana. No parece posible que uno esté encerrado en la cárcel 27 años y salga y no diga: ‘¡al diablo con todo el mundo! Voy a hacerlo. Tengo el poder. Voy a cargarme a todo el mundo, vamos a darles una paliza y anotar sus nombres’”, dice un furioso Eastwood al hablar sobre el sentimiento que un hombre común tendría contra sus enemigos tras permanecer en prisión durante casi tres décadas.

De acuerdo con Carlin, el cineasta, actor, productor y músico entiende que no se trata sencillamente de una cuestión moral, pues Madiba (pseudónimo que le pusieron a Mandela los ancianos de su tribu), hizo de la generosidad y el perdón sus armas políticas para alcanzar los objetivos a los que había dedicado su vida y su libertad: la liberación de su pueblo, la democracia y la paz en Sudáfrica. “Fue pragmatismo. Hubiera sido muy fácil optar por el otro camino: matarlos a todos, acabar con ellos, pero tuvo una visión global de un pueblo viviendo en una especie de armonía, ¡y es asombroso! Incluso después de haber rodado la película, ¡es una historia asombrosa!”, dice Carlin en un texto publicado por el periódico El País, de España.

Usa a sus mejores hombres
Aun la mejor de las historias requiere estar apoyada en el mejor de los repartos. Para protagonizar Invictus, película que llegará hoy a la cartelera mexicana, Eastwood reclutó a dos actores que le garantizarían no sólo ventas seguras, también una actuación fuera de serie. El primero, el veterano Morgan Freeman (con quien trabajó en Sin perdón y Golpes del destino, y a quien consideró ideal para representar a Mandela.

“Si alguien nació para interpretar a Nelson Mandela se llama Morgan Freeman. Tiene la misma aura cuando entra en una habitación. Seduce de la misma forma a la gente. Y es difícil estar a la altura de Nelson Mandela. No se puede recurrir a un actor normal y corriente. Morgan Freeman sabe cómo decir la verdad. Tiene una voz magnífica y una presencia grandiosa”, asegura el veterano cineasta, considerado “el último clásico del cine estadounidense” y uno de los más respetados en Hollywood.

El otro actor del que dispuso Eastwood para Invictus fue Matt Damon, cuya esposa (la argentina Luciana Bozán) fue una fuerte influencia para que éste diera el sí al cineasta y encarnara a la estrella sudafricana de rugby Francois Pienaar en el filme. Nelson Mandela se apoyó en Pienaar para que, a través de dicho deporte se lograra la paz y la reconciliación entre blancos y negros en el país, que en junio de este año celebrará el Campeonato Mundial de Futbol.

Al límite
Eastwood es famoso en Hollywood por rodar escenas a más velocidad que ningún otro director y además tiene una personalidad explosiva que traslada al set de filmación, tal y como lo narra el propio Carlin. “Hubo una escena que puso a prueba la paciencia de Eastwood, obligándolo a recurrir a la creatividad. Se trataba de recrear el momento en que Mandela salió de la cárcel, el 11 de febrero de 1990. Una escena sencilla, a simple vista: Mandela sale de la prisión y camina por la calle con una amplia sonrisa, el puño derecho alzado, rodeado de partidarios que cantan y bailan.

Entonces se sube a un coche que se aleja con rapidez. O, en esta representación concreta, no con tanta rapidez. Ése era el problema. Yo estaba sentado a unos pasos a la derecha de Eastwood, que estaba en su silla de director observando la primera toma ‘en directo’, en una pequeña pantalla rectangular de mano. Freeman sonreía como debía; los extras que encarnaban a sus partidarios se mostraban apropiadamente vigorosos. Pero el conductor, un individuo menudo y rechoncho que estaba viviendo su primer y (probablemente) último momento de gloria cinematográfica, perdió el compás; pisó el acelerador con un instante de retraso. Volvió a hacerlo tarde la segunda vez, y la tercera”.

Posteriormente sucedió un incidente con Matt Damon, luego de que éste pidió que se volviera a rodar un trozo de diálogo porque le parecía que un detalle no había quedado bien del todo. Eastwood lo calló bruscamente: “¿Por qué quieres hacer perder tiempo a todo el mundo?”. El silencio no se hizo esperar.

El realizador, que se hizo famoso con sus retratos de pistoleros lacónicos y policías duros, no es un hombre fácil de impresionar, pero confiesa que se queda “asombrado” (repite la palabra una y otra vez) ante la figura de Mandela. “Pensé que era una historia perfecta para el mundo de hoy. Necesitamos que se difunda la creatividad de este hombre. Ojalá que nuestro presidente, cualquiera, pudiera ser tan creativo y tan capaz de pensar fuera de lo establecido.”

El juego histórico

Nelson Mandela pasó 27 años en prisión y fue liberado en 1990. Luego de obtener en 1993 el premio Nobel de la Paz, compartido con De Clerk- fue presidente en 1994.

En ese entonces los habitantes negros de Sudáfrica detestaban el rugby, porque  lo consideraban un símbolo del opresor blanco, sin embargo Mandela tenía la certeza de que el deporte moviliza las emociones de la gente de una manera que ningún político puede lograrlo, y por ello lo utilizó como estrategia para lograr la cohesión entre los ciudadanos.

El 24 de junio de 1995 pasó a la historia como el año en que Sudáfrica obtuvo el título de rugby, un trofeo que terminaría por unir en una sola voz una nación multicultural.
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