Entretenimiento
El lado B del Palomazo
En los camerinos se vive y se siente otro tipo de concierto, el de los rituales y preparaciones de las luminarias
Pero detrás de los reflectores, lejos del ojo de todos, se encuentra el lugar donde se desechan los nervios y la incertidumbre. Ese espacio donde se da el reencuentro con los ideales y el abandono de los complejos. EL INFORMADOR visitó ese lugar que con celo guardan quienes viven del sonido: el backstage.
Sangre joven
Los integrantes de One million ships, los primeros en llegar al concierto, se autodefinen como “un collage de muchos sonidos”.
Suenan seguros, pero antes de subir al escenario, es imposible no notar sus nervios. Todavía en su camerino, ambos confiesan que es su primer show en Guadalajara, y el primero en el Diana. La ciudad, el escenario y el reto se antojan grandes, pero más allá del nervio de encontrarse ante un público nuevo, se sienten seguros.
Afina la voz
El camerino de La Oreja de Van Gogh es un búnker. Sus agentes de disquera ahuyentan a todo aquel que intenta aproximarse. Adentro, los creadores de éxitos como La playa se relajan. La banda se siente como en casa y conocen bien los pasillos ocultos del recinto de 16 de septiembre.
Aunque nadie entra y pocos salen, se puede echar un vistazo a lo que ocurre en su interior. Allí, Leire, la vocalista del grupo, calienta la voz. Uno, dos sorbos de agua, y comienza a entonar. Ella, y el resto de la banda escuchan los gritos que vienen desde el graderío. De repente, quieren salir al escenario y hacerse uno con el público que les ha dado todo.
Acá las tortas
Carlos Baute lejos de hablar de música, presume su paso por la ciudad como un tour gastronómico. Las paredes del teatro guardarán en su memoria como el cantante venezolano “chuleó” la gastronomía tapatía (y a las tapatías, claro), al tiempo que promete suspirar, el resto de su vida, por las margaritas de tamarindo, esas que difícilmente va a conseguir en España o Sudamérica. Y es que a veces viajar mucho, tiene sus inconvenientes.
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