Entretenimiento

El lado B del Palomazo

En los camerinos se vive y se siente otro tipo de concierto, el de los rituales y preparaciones de las luminarias

GUADALAJARA, JALISCO (07/NOV/2013).- Los nervios antes de salir. Retocarse una y otra vez frente al espejo. Vocalizar y entonar. Calentar la garganta y dejar que la adrenalina fluya con toda libertad. Es lo que se vive del otro lado del escenario, en los camerinos y pasillos internos del Palomazo Planeta.  El escenario del Teatro Diana se pintó con los colores del pop con la presentación de Carlos Baute, La Oreja de Van Gogh y One million ships, este último grupo, la apuesta joven de la radiodifusora. Sobre el escenario, la música, las sonrisas, el fruto de los ensayos y la disciplina.

Pero detrás de los reflectores, lejos del ojo de todos, se encuentra el lugar donde se desechan los nervios y la incertidumbre. Ese espacio donde se da el reencuentro con los ideales y el abandono de los complejos. EL INFORMADOR visitó ese lugar que con celo guardan quienes viven del sonido: el backstage.

Sangre joven

Los integrantes de One million ships, los primeros en llegar al concierto, se autodefinen como “un collage de muchos sonidos”.

Suenan seguros, pero antes de subir al escenario, es imposible no notar sus nervios. Todavía en su camerino, ambos confiesan que es su primer show en Guadalajara, y el primero en el Diana. La ciudad, el escenario y el reto se antojan grandes, pero más allá del nervio de encontrarse ante un público nuevo, se sienten seguros.

Afina la voz

El camerino de La Oreja de Van Gogh es un búnker. Sus agentes de disquera ahuyentan a todo aquel que intenta aproximarse. Adentro, los creadores de éxitos como La playa se relajan. La banda se siente como en casa y conocen bien los pasillos ocultos del recinto de 16 de septiembre.

Aunque nadie entra y pocos salen, se puede echar un vistazo a lo que ocurre en su interior. Allí, Leire, la vocalista del grupo, calienta la voz. Uno, dos sorbos de agua, y comienza a entonar. Ella, y el resto de la banda escuchan los gritos que vienen desde el graderío. De repente, quieren salir al escenario y hacerse uno con el público que les ha dado todo.

Acá las tortas

Carlos Baute
lejos de hablar de música, presume su paso por la ciudad como un tour gastronómico. Las paredes del teatro guardarán en su memoria como el cantante venezolano “chuleó” la gastronomía tapatía (y a las tapatías, claro), al tiempo que promete suspirar, el resto de su vida, por las margaritas de tamarindo, esas que difícilmente va a conseguir en España o Sudamérica. Y es que a veces viajar mucho, tiene sus inconvenientes.
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