Entretenimiento
El cineasta Boris Mijailovich Goldenblanc
Miles se conmovían con la historia que sobre aquel amargo episodio que narraba el documental “Abril, el mes más cruel”
Así lo percibió Boris Mijailovich Goldenblanc, quien había sido “cobijado y educado” bajo el régimen de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ante esto, el autoexiliado ruso, desencantado de la perestroika de Mijail Gorbachov, participó en el drama con los conocimientos que le brindó su madre patria en el Instituto de Cine de Moscú.
Un año después de que se cimbrara el Sector Reforma; en salas cinematográficas de Latinoamérica y Europa, en círculos académicos y universidades, miles de miradas se conmovían con la historia que sobre aquel amargo episodio narraba el documental de Boris Goldenblanc: “Abril, el mes más cruel”.
-¿De dónde viene?
- Vengo de Moscú, pero nací en Rumania. En realidad soy rumano, pero estuve sólo hasta los 11 años, por la Segunda Guerra Mundial. Mi familia se trasladó a la parte alineada con la Unión Soviética.
-¿Cómo vivió la guerra?
- Mi situación era muy precaria, muy dramática; dificultad para abastecernos de alimentos, y emigrábamos constantemente para alejarnos del frente. Mi mamá, mi hermana y yo; llegamos hasta Siberia. Mi papá quedó en el frente. Él debía estar ahí, era ferrocarrilero. Esos cuatro años y medio de guerra fueron un calvario, había hambre, bombardeos, una niñez difícil.
- ¿Cómo se convierte en cineasta?
- Al terminar la escuela, que en ese entonces estaban juntas la secundaria y preparatoria. En el último año la maestra de literatura me dijo que tenía talento para actuar, y organizamos un taller de teatro. Actuaba y dirigía espectáculos, y de ahí nació mi interés por el arte. Hasta entonces me enteré de que había un instituto de cine en Moscú; el único que existía en ese tiempo en toda la Unión Soviética. Tenía 17 años y me fui a Moscú; pasé los exámenes de selección entre una multitud de aspirantes, sólo nos aceptaron a 25.
-¿… y en qué actividad cinematográfica se especializó?
-Ingresé a la facultad de realización, y estudié otras materias, pero me gradué como director de cine. Terminé con diploma rojo.
- Suena muy soviético.
- Sí – sonríe-, eso significa con excelencia; en Rusia el rojo es un color muy importante, es de distinción, y me quedé trabajando en los Estudios de Moscú, haciendo cine estatal, primero ficción para niños; después viajé al extremo Norte y realicé documentales.
- ¿Cuántas hizo allá y sobre qué temas?
- Hice en Rusia, alrededor de 100 películas, cortas y largas. Varios eran documentales sobre la naturaleza del Norte ruso. Una serie sobre los científicos que trabajaban en condiciones muy precarias, difíciles. En islas, y estaciones de investigación científica y se quedan por años y realizan análisis sobre el océano, y atmósferas, sobre un colectivo, así realicé una película. Y después un largometraje sobre un explorador Ruso que por primera vez quería alcanzar el Polo Norte, una película con final trágico. Él murió en el camino a 400 kilómetros del Polo Norte.
-Habla con mucha añoranza de la Unión Soviética, ¿alguna vez experimentó repulsión al cine estadounidense?
- En la Unión Soviética vivíamos aislados de la cinematografía mundial; se adquirían películas con rigor ideológico muy concreto; ahora con los alumnos descubro películas, como las últimas de Chaplin.
- Chaplin era bien visto por los socialistas, ¿no?
- El joven Chaplin era muy visto allá; el viejo no. Tampoco vi todas las películas de Fellini, a pesar que él ganó un premio en el festival de Cine de Moscú. Pero después ya no se adquirían por su ideología. Lo que hacíamos entonces era pedir películas a través de las embajadas culturales, y en las noches las observábamos en la sala de la Unión de Cinematografistas Soviéticos, y al día siguiente las entregábamos porque no era muy bien visto, pero queríamos saber qué ocurría en el mundo. Observamos mucho cine clásico, alemán, francés, aunque menos de Estados Unidos, teníamos una formación clásica, era un cine con contenido, con historias humanas muy serias. Era un cine no militante pero formador. Lo que falta un poco aquí.
-¿Le parece sin compromiso el cine mexicano?
- El cine mexicano yo no veo que esté comprometido con nada, es muy dispar, no hay un cine mexicano, hay muchas películas maravillosas, hay otras que no se entiende por qué se hicieron; hay intentos de copiar grandes producciones, desde mi punto de vista, ahora el cine mexicano no encontró, no expresa una línea muy bien definida. Se requiere un cine para la realidad mexicana, para la inquietud del mexicano.
-¿Qué historia mexicana llevaría a la pantalla grande?
-La vida de la familia mexicana, común y corriente, la problemática que enfrenta el padre de familia o la madre, los hijos, para ocupar un lugar digno en la sociedad, para poder disfrutar de lo que es la vida, y no tener una vida que es una continua lucha de sobrevivencia.
Aún así, la gente va poco al cine, la televisión acaparó los cerebros y sentimientos de la mayoría de la sociedad mexicana, ese aparato, creo que más daña que aporta. Está hipnotizando a las familias mexicanas, a los niños y jóvenes y los aparta de la realidad. Les muestra una realidad totalmente artificial, eso lo veo en los aspirantes a esta carrera, se requiere mucho esfuerzo para abrirlos y dirigirlos a la realidad, y no a una realidad sacada de la televisión o de las películas comerciales americanas, es un mal muy serio.
-¿En qué proyecto trabaja ahora?
- Trabajo con un grupo de egresados en un documental sobre Pasta de Conchos, sobre la tragedia de sus 65 mineros que quedaron ahí, se quedaron 63, y dos cadáveres sacaron. Es un aspecto de la realidad mexicana, porque ahí se enfocan las problemáticas del pueblo mexicano. Falta de oportunidades, condiciones de trabajo muy precarias y duras. Falta de cultura. No llega cultura, no saben cómo vivir las personas, por la culpa de quienes deben propiciar las condiciones normales de vida en el Siglo XXI.
Hay un sinnúmero de temas que podemos realizar, lamentablemente, no se aprecia el género documental. Primeramente es que los jóvenes no leen, no tienen interés y necesidad vital de conocer. Y eso es un problema que debemos resolver todos, con una política educativa distinta, que estimule el interés para saber, para conocer. Porque cuando sabes, reflexionas y tienes el deseo de participar y cambiar las cosas que están mal. Pero si no conoces no sabes cómo canalizar tu energía.
-¿Qué extraña de la extinta Unión Soviética?
-Todo. Tuvo avances notables y tuvo defectos terribles. Yo pensé que Gorbachov borraría los errores y seguiría con lo bueno, pero destruyó todo, y no sé cuando en la historia se volverá a repetir la conformación de una sociedad así, pero se trataba de un experimento social único; donde nos sentíamos seguros, nos preocupábamos por el otro y nuestro alrededor, siempre teníamos trabajo, y eso desapareció totalmente.
-¿Cuál es su película favorita?
- Hay una en especial que me gusta mucho: “Las luces de la ciudad”, de Chaplin, es la historia de una vendedora de flores ciega. Es una historia para todos los tiempos, para todas las épocas, para todo el público, es una maravilla.
- ¿Y su película mexicana favorita?
- Me parece muy talentosa Amores Perros; Los Olvidados, y Viridiana de Luis Buñuel, son buenas películas. Creo que Los Olvidados, es una película para todos los tiempos.
Boris Mijailovich Goldenblanc es maestro emérito de la Universidad de Guadalajara, en donde trabaja desde 1991 como profesor de cinematografía.
es jefe del Departamento de Imagen y Sonido de la máxima casa de estudios en Jalisco, y ha obtenido múltiples reconocimientos internacionales por sus trabajos fílmicos.
Su trabajo sobre las explosiones en Guadalajara, “Abril, el mes más cruel”, recibió mención especial por la dirección en el 2º. Festival Latinoamericano de Video en Rosario, Argentina en 1994, Premio Documental en el Espacio Latinoamericano, y Primer premio Unión Latina en Uruguay.
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