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Ediciones Arlequín sopla 15 velas en su pastel

El sello tapatío cumple hoy tres lustros de vida y lo celebra con la reedición de algunas de sus publicaciones emblemáticas

GUADALAJARA, JALISCO.- Ediciones Arlequín, sello tapatío encabezado por Felipe Ponce y Elizabeth Alvarado, cumple hoy 15 años de vida. Pero lejos de armar una fiesta y echar la casa por la ventana, sus directores han ideado una mejor manera para celebrar este aniversario: piezas inéditas y algunas de sus obras más emblemáticas serán reeditadas en el transcurso de este año.

La rueca y el paraíso, El tamaño del ridículo, Cartografía menor, Habana Club, El ánima de Sayula y Cuentos para dormir a una niña punk son algunas de las obras que volverán a estar en circulación, con la firme intención de que estos trabajos sean los que den cuenta de lo realizado por Ediciones Arlequín en estos tres lustros de vida, tiempo en el que ha pasado de ser un sello pequeño, "casi de amigos", a transformarse en una empresa con presencia nacional e internacional, con cierta solidez y arraigo en la entidad, según Ponce.

"Hay mucha gente que reconoce nuestros libros desde hace bastante tiempo y los siguen leyendo. Tenemos un público que nos identifica perfectamente bien y ahora todo apunta para el futuro. Se han abierto muchos panoramas para nosotros", advierte.
Literatura desde una perspectiva desenfadada

Este sello editorial tapatío surgió en marzo de 1994 por iniciativa de Alejandro Zapa, Gustavo Hernández y el propio Ponce, en coparticipación con otros 10 poetas contemporáneos suyos. "Era una especie de cooperativa", explica el editor. La consigna entonces era lograr la edición, de manera independiente, de una decena de títulos. El objetivo se cumplió no tan rápido como ellos hubieran esperado -tuvieron que transcurrir tres años-, pero "eso sirvió para posicionar el proyecto, concretarlo y darnos a conocer. Demostramos que en verdad estábamos inmersos en la creación de un trabajo serio", añade.

Las primeras publicaciones editadas bajo el sello de Arlequín fueron Folios de aguatinta, del poeta Jaime Casillas; No comas ángeles, de Alejandro Zapa; La bitácora del noctante, de Felipe Ponce; y Performance travesti de la noche oscura con percusiones, de Óscar Tagle, títulos que fueron bien recibidos por el público tapatío debido a que el trabajo "mostraba una buen factura, tanto en la edición como en la escritura", señala el editor.

Por el tipo de piezas editadas bajo el sello Arlequín no es difícil adivinar que su propuesta va dirigida al lector culto. Los demás sectores poblacionales, sin embargo, no quedan excluidos del material publicado por esta editorial. Ponce asegura que "no tienes que ser un doctor en letras para poder leernos. Hay cierta accesibilidad y eso está confirmado porque muchos de nuestros lectores son jóvenes, incluso en edad escolar. Es un espectro muy amplio".

Pero, ¿cuáles son esos estándares de calidad editorial que han caracterizado el trabajo hecho por Arlequín en tres lustros? "Desde un principio había una intención un tanto desenfadada de ver la literatura. Éramos estudiantes y teníamos una actitud rebelde, no formal. Y ese espíritu es el que se ha conservado y se refleja en nuestro catálogo actual. Sin falta de rigor estético, hemos mostrado facetas muy lúdicas, atractivas, nada formales", indica Ponce.

Elizabeth Alvarado, quien dirige Arlequín junto con Ponce, responde a esta misma cuestión desde otra perspectiva: "Tratamos de ser cuidadosos con el catálogo de autores, es decir, nunca prostituir el sello. Ha sido hasta cierto punto complicado, porque todos tenemos necesidades económicas, pero tiene que haber una línea editorial muy clara. Sabemos qué sí y qué no queremos publicar. No nos interesan los autores que siempre están bajo los reflectores, los que pertenecen a ese famoso grupo nacional de escritores. Queremos a los que compartan la idea de marginalidad de Arlequín: propuestas nuevas, frescas, alternativas. No nos interesa ser una editorial oficialista".

De cooperativa a empresa
En 2001, la casa cambió su esquema organizacional. Dejaron atrás la cooperativa fundacional para establecerse formalmente como una empresa conformada por cinco socios y, desde ese entonces al día de hoy, la editorial ha despuntado (en 2007, la sociedad se disolvió y solo quedaron Ponce y Alvarado al frente de Arlequín). Los últimos cuatro años han sido significantes en su crecimiento, puesto que incursionaron en un campo abarrotado por instituciones locales y nacionales de educación: la edición de libros de texto para estudiantes.

Una de las principales preocupaciones de los editores de Arlequín es ofertar sus libros a precios accesibles (los títulos no superan los 200 pesos). Todo el material es impreso y maquilado en Guadalajara, salvo el caso de algunas coediciones.

Desde la primera época del sello ha existido la tendencia a establecer relación con autores y editoriales de otras nacionalidades. En Corea, Eslovenia, Argentina, España, Rusia, entre otros países, se conoce el logotipo del payaso con sombrero de doble pico que hoy cumple sus primeros 15 años de vida.
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