Entretenimiento

Domingo infernal

El Hell & Heaven cierra sus dos jornadas de música, en las que el rock duro se vivió en sus diferentes vertientes

GUADALAJARA, JALISCO (20/MAY/2013).- Todos vestidos de negro, como si fueran a asistir a un funeral y no a un concierto. Así llegaron los fanáticos del Hell & Heaven Fest. Pero no, no estaban de luto. Asistían, eso sí, a una despedida. Al adiós de los artistas de plástico, de las fórmulas simplonas, de los coros pegajosos, de las letras huecas. El concierto escribió el epitafio de los músicos que se duermen en la zona de comodidad, del pop prefabricado, de lo que se toca una y otra vez en la radio. El Hell & Heaven no era un funeral, sino una celebración. Asistían al nacimiento de la estridencia, de las guitarras que rompen tímpanos, de los gritos desgarradores emanados del mismo infierno. Estaban de negro para celebrar un domingo de resurrección metálica. Estaban vestidos para recibir el Hell & Heaven Fest.

El escenario fue nuevo para todos. La Arena VFG, acostumbrada a los ritmos tradicionales, a los artistas comerciales, al sentimiento vernáculo, recibió a nuevos inquilinos. Muchos de cabello lago, otros rapados. Los que son llamados de forma genérica como “metaleros”. Pero esos no son fanáticos en el sentido tradicional de la palabra. A ellos no les basta comprar el disco de su grupo favorito. Viven y respiran por el rock pesado. Se visten igual o mejor que los músicos. Para ellos no fue un concierto más, sino la celebración más salvaje que podían realizar en la Perla Tapatía.

Considerado como la máxima reunión del heavy metal en el país, el Hell & Heaven Fest inundo la carretera a Chapala con lo más selecto que puede ofrecer el rock pesado en todas sus corrientes: trash, death, sinfónico, tradicional. Todos bajo distintos nombres, pero con una misma bandera: romper con la monotonía, con lo mismo de siempre.

Estampas fundidas en acero

La banda más esperada en la jornada del domingo fue Motörhead. Que fuera su primera presentación en “Guanatos”, los convertían en el platillo más apetitoso, pero no en el único. Cada agrupación llegaba por mérito propio a uno de los tres escenarios que fue montado para el festival.

Desde el rock nórdico de Haggard (quienes tocaron una versión metalizada del Himno Nacional); hasta la potente desfachatez de Resorte, banda mexicana forjada bajo el rigor del público nacional, hubo espacio para todos. Six Feet Under, Exodus, Here Comes The Kraken, Avatar, Human Eve, Municipal Waste. Fueron más de 30 bandas las que imponen su ley sobre la tarima. Una tras otra, sin dejar mucho tiempo para que los fanáticos se repongan.

Lo que sucedió en los tres escenarios no fue sino el reflejo pálido de la selva de sonidos que crearon los asistentes al festival. Camisas negras casi siempre. En algunos casos, el cabello largo, listo para ser agitado bajo el ritmo de las guitarras y los bajos. En otros, la cabeza a rape, pero con la actitud intacta. Barbas largas. Piercings por todo el cuerpo. Tatuajes con significados ocultos. Las miradas turbias de los que resistieron los dos días de jornada. Están los que toman cerveza como si fuera agua. Los que ya fueron vencidos por ella y se quedan en el suelo. Los que sienten que pagar “70 pesos por una doble” es un atraco. Está la sonrisa fresca de los fanáticos de años, que saben cómo manejar un festival de 48 horas. Para algunos, será el primer Hell & Heaven. Para otros, es la despedida.

Entre los seguidores de las bandas, hay un verdadero mapamundi. La mayoría, de Jalisco, pero entre ellos, una legión de capitalinos, regiomontanos, hidrocálidos y guanajuateneses. También están los que llegaron de Estados Unidos e incluso una legión de ticos, que se identifican en la mancha negra por las camisas de futbol de los equipos de aquel país.

La jornada deja sus estampas. Nubes de polvo entre los que fueron. El agotamiento y la confusión en el cuerpo de seguridad del evento. La satisfacción de las bandas que tomaron parte. Para algunos fue tocar el cielo, para otros, un domingo infernal, pero nadie que haya ido al Hell & Heaven Fest quedó indiferente.

PARA MEJORAR

Caos vial


Aunque se trató de dar todas las facilidades a los asistentes, conforme los conductores se iban acercando a la Arena VFG quedó claro el caos vial que rodeó al concierto.

Autos estacionados en lugares prohibidos, presencia de vendedores ambulantes, revendedores de boletos que se movieron a sus anchas, piratería y la ausencia de un operativo vial eficaz, fueron el escenario con el que se encontraron los conductores que se aproximaron al recinto.

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