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Con todo el ''Amor''

El filme de Haneke, según la crítica internacional, logra su crudo cometido; podrá verse esta semana en la ciudad

GUADALAJARA, JALISCO (21/ENE/2013).- En un mundo que prefiere las etiquetas, a Michael Haneke le resulta frecuente tener que sacudirse la más inmediata de las que le cuelgan: retratista de la violencia. El director austriaco alemán la tiene difícil porque todas sus películas abordan, directa o muy directamente, el modo en que la violencia es connatural al comportamiento humano. Y por eso la más reciente de sus películas, ''Amor'', que esta semana proyectará el Cineforo de la UdeG un par de días en el marco de la Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional, levanta tanta expectación: es una cinta reposada y con un tema que reclama ternura, y algunos críticos quieren ver en esta entrega la demostración de que el director se ha vuelto “más humano”.

Nacido en Munich, pero desde siempre avecindado austriaco, cerca de los 71 años de edad e hijo de un cineasta y una actriz, Haneke es uno de los autores de cine favoritos de Europa. ''Amor'' y su filme anterior, ''La cinta blanca'', lo han consagrado además en los circuitos de los premios: ambas consiguieron la Palma de Oro de Cannes y ahora, también, el Globo de Oro en Hollywood; igual que ''La cinta blanca'', ''Amor'' competirá en los premios Oscar.

Haneke es además director de teatro —August Strindberg ha sido frecuente en su repertorio— y de ópera, pero es su singular cine el que lo ha hecho conocido: tiene un largo prestigio europeo cultivado desde El video de Benny (1992) y sus primeras películas y para el resto del mundo es una referencia, sin duda, desde su adaptación de la brutal novela La pianista (2001), de la premio Nobel Elfriede Jelinek. En este libro, la escritora austriaca retrata la vida de una profesora de piano que sólo puede vincularse con los demás a través del abuso o del daño; ni siquiera parece haber bondad o serenidad en la humillante disciplina con que disfruta su música. Haneke consiguió una celebrada adaptación —y una inesperada gran taquilla— a base de una sobria puesta en escena y, sobre todo, de la actuación de la francesa Isabelle Hupert, y la película es una obra tan difícil de ver como la novela de leer, desconcertante y perturbadora aun para los ánimos más fuertes.

Su cinta más conocida puede que sea ''Funny games'', que filmó primero en alemán y luego, a instancias de la australiana Naomi Watts, replicó en inglés, y en la cual dos jovencitos entran a la casa de una familia burguesa para abusar de los padres y el hijo durante todo un día... mientras el espectador los mira. Los actores le hacen saber al público que están dedicándole ese festival de torturas, filmadas con una cámara paciente y apenas sin adiciones emocionales, como la de la música. En ''Funny games'' lo que importa es la puesta en escena, lenta y detallada, y que el público no la abandone. Ver a Isabelle Huppert envenenada de rencor en ''La pianista'', o tolerar las dos versiones de ''Funny games'', confirman las pistas del público.

Los críticos que más admiran a Haneke le piden al espectador, palabras más palabras menos, que no se vaya con la finta: que advierta que la violencia es un elemento necesario para los temas del director austriaco pero no su interés central. Para el caso, señalan, en sus películas hay equivalente interés por el amor, en el sentido de retratar cuán difícil resulta para los individuos amar y odiar igualmente. Caché, otra famosa cinta de Haneke, explora también el universo del mundo burgués alterado por el mal, pero su otra obra célebre —la que le dio más premios y lo llevó a los Oscar— fue ''La cinta blanca'' (2009), una película de época  en la que los niños de un pueblo alemán, antes de la Primera Guerra Mundial, se ven envueltos en misteriosos atentados contra algunos de sus vecinos, aunque nunca queda claro si tienen culpa. Un narrador inaugura la película advirtiendo al espectador que, si recuerda aquellos sucesos, es porque lo ayudan a entender “los hechos posteriores” que sufriría su país, en alusión a su papel en las dos grandes Guerras mundiales.

Si sus cintas anteriores son hasta escandalosas en términos de violencia, La cinta blanca, elogiada hasta antes de Amor como su máximo logro, es un giro hacia la sobriedad hasta el extremo de lo aséptico. En blanco y negro, Haneke parece hacer un retrato costumbrista, pero introduce miradas a los patéticos secretos de cada hogar. Su estrategia narrativa le permite ir colocando la atención sobre los niños, y el espectador cae en la cuenta de que en realidad la historia tiene que ver con ellos, con la masa de muchachitos que no son ni dulces ni especialmente siniestros, pero en quienes se sublima una cierta corrupción moral que va a infectar al mundo, esa que, sugiere la cinta, luego conoció destilaciones horrorosas, como el nazismo.

A los artistas se les etiqueta para clasificarlos (o para decir, si se impone la pereza mental del observador, que son inclasificables). Haneke no tiene interés de pelear en contra de su etiqueta, porque su universo temático trasciende el ingrediente de la violencia. Lo suyo, en realidad, es un realismo casi naturalista —algo inventado por Strindberg— en el cual, igual que el amor y la ternura, que la risa y la inocencia, caben la crueldad y la sordidez, la imposición de los prejuicios a la inteligencia, la del egoísmo al bien común. Que escoja dibujarlos con seca contundencia o con pausado detalle son, en todo caso, elecciones de estilo.

Y entonces llega Amor, estrenada en 2012, inmediato éxito en cuanto festival europeo se presentó y hoy nominada a cinco premios Oscar, incluyendo no sólo Mejor Película Extranjera sino también Mejor Película. Y las reseñas celebran el tono mucho más alegre, menos crudo de esta cinta, lo cual quizás le ha atraído atención comercial. Pero los críticos más exigentes le advierten una cosa muy clara al espectador: este Haneke, dedicado ahora a una cinta que efectivamente se trata sobre el amor de una pareja, es el mismo, más experimentado, pero tan crudo y brutal como siempre.

La dulce crueldad

El hoy tan popular crítico de cine del periódico español El País, Carlos Boyero, salió abrumado de ver ''Amor'' y resumió que Haneke había vuelto a lograr, con esta película, “lo que se propone con su cine sombrío, retorcido y perverso”. La advertencia es común en otros críticos: ''Amor'' es una cinta, dicen, que retrata sin sutilezas la decadencia que traen la vejez y la enfermedad. Pero no es el único tono de los juicios.

En ''Amor'', un matrimonio de ancianos lleva una vejez más bien feliz hasta que ella sufre una embolia que la conduce lentamente a la demencia senil. Entonces comienza el sufrimiento del marido ante la consumición de su mujer y de la esposa en medio de su propia enfermedad. Él se niega a refugiarla en un asilo y la película ocurre en la casa de la pareja, con toda la brutalidad del tema capturada a detalle.

Pero el tono sí es diferente y eso es porque, según acepta el propio Haneke, la película no se trata de la muerte o del desastre del cuerpo, sino, sencillamente, de cómo afrontar el final de la vida. Su respuesta es: “Con amor”, y así responden los personajes de su cinta, interpretados por dos portentosos actores franceses: Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva, con la ayuda de la también genial Isabelle Huppert, que interpreta a la desesperada hija del matrimonio.

Quienes ya vieron ''Amor'' señalan, sobre todo, que el “nuevo” enfoque de Haneke no esconde sus intereses y la constancia de sus enfoques descarnados: es un autor que trabaja con las emociones, las íntimas y las compartidas, y las sintetiza en los diálogos y las acciones de sus personajes; filma en largas secuencias más similares al teatro que al cine convencional, pero igualmente enfatiza recursos técnicos como el plano-contraplano que se convirtió en un cartel díptico para la cinta, en el que cada uno de los esposos sostiene el rostro del otro. La violencia de Haneke está en la detenida contemplación del sufrimiento de sus personajes, pero la contraparte es más evidente en Amor: estos personajes admiten que la muerte es inevitablemente miserable, pero no han renunciado a su última posible elección y se aferrarán al amor.

Haneke sigue, pues, asomándose a los infiernos humanos: el de la violencia y el morbo que convoca, el del tormento de quienes son incapaces de amar y odiar, el del misterioso afán de destruir a los demás en el que a veces estamos de acuerdo. Esta vez son los infiernos del amor, que exigen rendirse al sufrimiento. Los críticos subrayan que los espectadores saldrán del cine golpeados, igual que se sale del resto de las películas de Haneke. Que no se les olvide este aviso a quienes vayan esta semana al Cineforo, pero que tampoco pierdan de vista este otro dictamen, planteado por algunos cuantos reseñistas: dicen no sólo que ésta es la mejor película de Haneke sino, también, la mejor de 2012.

PARA SABER

La historia


Ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2012, la cinta nos introduce en la historia de un amor al final de sus días. Georges y Anne son un matrimonio octogenario de profesores de música jubilados, interpretado por dos leyendas del cine francés: Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva. Su única hija, Eva, quien comparte su vocación musical, vive en el extranjero con su familia. Cuando Anne sufre un ataque que pone en riesgo su vida, el lazo de amor que une a la pareja deberá enfrentarse a una difícil prueba.

“Amor involucra miles de cosas diferentes, y cuando hago hincapié en una de ellas, reduzco todas las demás. Por supuesto, estas observaciones son parte de mis pensamientos, pero nunca me he propuesto hacer una película sobre un determinado tema. Lo que me llevó a hacer ésta fue la pregunta de cómo hacer frente a la muerte de un ser querido. Eso me interesó porque lo he experimentado en mi propia familia, y me conmovió mucho. Es por eso que empecé a pensar en ello.” Michael Haneke.

''Amor'' / Horarios: Miércoles 23 y jueves 24 de enero, 15:45, 18:00, 20:15, y 22:30 horas. CineForo de la UdeG / Juárez y Enrique Díaz de León / Admisión general $45.
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