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Cierra una Berlinale entre amigos

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BERLÍN, ALEMANIA (16/FEB/2013).- El actor Nicolas Cage, la “voz” de un cavernícola del filme de animación The Croods, y la diva francesa Catherine Deneuve, como fumadora empedernida en Elle s’en va acapararon ayer los flashes de la Berlinale, en la última ronda de un festival con aire de encuentro entre amigos.

Cage compareció como un gentleman, galanteando a la otra “voz” protagonista, Emma Stone, y compensando con los gestos de sus manos y los guiños de sus ojos la ausencia física en The Croods, el filme sobre una familia de cavernícolas que debe dejar su hábitat.

“Actuar es poner voz. Y en este caso no pude respaldarme ni en la cara ni en el cuerpo. Es decir, no en mi cara ni en mi cuerpo, sino en la de esos otros seres animados”, afirmó Cage, cuyo filme se proyectó con carácter de estreno mundial, fuera de competición.

Deneuve apareció bajo los flashes como la diosa que siempre fue, algo menos displicente que otras veces y representando a una mujer sobre los 60 años, que anda dando tumbos en busca de cigarrillos y entre altibajos generacionales o sexuales.

“La felicidad como estado permanente no existe. Hay momentos de felicidad, el resto no sería creíble”, afirmó la diva, para admitir que “no es fácil” representar “tantas historias de amor” como las que ha llevado al cine y adaptarse a los cambios o estragos de la edad.

En Elle s’en va, Deneuve interpreta a una mujer que un día se pone al volante de un viejo Mercedes y deja a sus espaldas a su madre, su restaurante, sus deudas y su último desengaño.

Es un filme escrito por su directora, Emmanuelle Bercot, para Deneuve —invitada casi permanente de la Berlinale—, interpreta un papel con fuertes paralelismos con la chilena “Gloria”, sólo que sin el ininterrumpido positivismo de la mujer sin complejos que asume la actriz Paulina García.

Deneuve, en la piel de una mujer con altibajos, despliega en el filme todo su repertorio de miradas altivas, sonrisas de diosa y lágrimas de amargura de la ex miss de provincias que de pronto asume su estatus de abuela con vida sexual.

Las presencias de Cage y Deneuve aportaron la última dosis de estrellato a la Berlinale, aunque el actor acudía con un filme incluido en el programa con fines promocionales.

Recuento

La 63 edición del festival contó con una nutrida gama de divas francesas —además de Deneuve, Juliette Binoche, por ''Camille Claudel 1915'', Isabelle Huppert, por ''La Religieuse'', y Julie Delpy, en ''Before midnight''.

Desfiló por su alfombra también un buen despliegue de actores de Hollywood, como Ethan Hawke, Matt Damon, Jude Law, Hugh Jackmann, James Franco, así como el británico Jeremy Irons.

Francia y Estados Unidos aportaron el contingente de estrellato, inherente a todo festival, por mucho que la Berlinale no dé tanto plato fuerte en ese aspecto como su principal rival europeo, Cannes.

Un balance más o menos satisfactorio para el director del festival, Dieter Kosslick, aunque los medios berlineses hayan hecho hincapié en que la edición presente tuvo escasa brillantez mediática.

Faltaron nombres punteros y los filmes, salvo honrosas sorpresas —Gloria, de Sebastián Lelio, y el debutante kazajo Emir Baigazin, con Harmony Lessons—, no desataron entusiasmos.

Los grandes directores que acudieron —Gus Van Sant o Steven Soderbergh— eran amigos de la casa, asiduos al festival en “era Kosslick, lo mismo que el iraní Jafar Panahi, héroe en ausencia de la Berlinale con su última película, Pardé, rodada pese a que el régimen de Teherán le ha inhabilitado profesionalmente.
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