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Bush extraña las comodidades de la Casa Blanca

Bush terminó su mandato con un índice de desaprobación superior al 60 por ciento

WASHINGTON .- George W. Bush rompió su silencio de los últimos cuatro meses para defender ahora las decisiones de su presidencia y confesar que echa de menos, entre otras cosas, la buena mesa de su residencia anterior, la Casa Blanca.

Lo reconoció en Michigan la pasada noche ante unas 2.500 personas durante un discurso en el que dijo añorar, también, los vuelos en el avión presidencial Air Force One y los encuentros con militares.

Bush, que comparece hoy en Canadá, en otro acto junto al también ex presidente Bill Clinton, se refirió, además, a algunos de los asuntos más candentes del momento, como los duros interrogatorios a sospechosos de terrorismo de su Gobierno, que incluyeron la asfixia simulada, y que no dudó un segundo en defender.

"Tomé la decisión dentro del marco de la ley de obtener información, por lo que puedo decir que hice lo necesario para proteger al pueblo estadounidense", dijo Bush, para añadir: "Puedo decirles que la información que obtuvimos salvó vidas".

Afirmó creer también que el derrocar al fallecido presidente iraquí Sadam Hussein fue la decisión acertada y podría conducir a extender la democracia por todo Oriente Medio.

Bush, que durante sus ocho años en la Casa Blanca se negó a hablar de los "errores" de su mandato, insistió, poco después de salir al estrado, que llegó al poder con una serie de principios y que no estuvo dispuesto a sacrificarlos en pro de su popularidad.

Y lo logró. Al despedirse de Washington el pasado 20 de enero, sólo 90 minutos después de la investidura de Barack Obama, con un índice de desaprobación superior al 60 por ciento, que lo convierte en uno de los presidentes más impopulares de la historia del país.

Desde entonces, ha vivido recluido en una burbuja, rodeado de representantes del otro 33 por ciento del país, los que creen que fue un buen líder.

Su vida en el número 10141 de Daria Place, en Preston Hollow, un barrio de clase alta de Dallas que votó por él por mayoría aplastante, gira en torno a un grupo de ex ayudantes y un puñado de amigos y vecinos de la zona.

El presidente número 43 en la historia de EE.UU. pasa la mayoría de los fines de semana en su rancho de Crawford (Texas) acompañado de su esposa y ha rechazado las solicitudes de entrevistas, salvo para hablar de béisbol o del libro que está escribiendo sobre su presidencia.

Sus días, según relataba el diario The Washington Post en un artículo de mediados de abril, arrancan temprano, alrededor de las 7.30 de la mañana, cuando llega a su oficina en Dallas para trabajar en el relato en primera persona sobre sus años en el poder.

Las tardes las dedica a andar en bicicleta y las noches a ver televisión y leer en su mansión de Dallas, valorada en 2,4 millones de dólares, con instalaciones adicionales para el Servicio Secreto.

Ni a él ni a la ex primera dama les gusta cocinar, según los recuentos de los medios locales, que sostienen que los Bush son clientes asiduos de EatZi's, un mercado local que vende comidas preparadas.

Sus escasos discursos hasta la fecha no habían logrado llamar la atención de los medios nacionales, hasta anoche, cuando Bush, que se despidió de Washington en enero con la frase "servimos con convicción", decidió entrar en polémica.

Sigue los pasos, aunque de lejos, de su segundo en la Casa Blanca, Dick Cheney, que tras pasar ocho años en un lugar "no revelado" se ha convertido en el rostro más visible de la oposición y en defensor a ultranza de las polémicas decisiones de la presidencia de Bush.

Falta por ver si el discurso de anoche en Michigan y su conversación de hoy de 90 minutos en Canadá con Clinton sobre los desafíos nacionales e internacionales de EE.UU. y Canadá supondrán el inicio de una etapa más pública de Bush. EFE
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