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Brigitte Broch trabaja de nueva cuenta con González Iñarritu

Brigitte Broch participó con Inarritu en la cinta “Biutiful”

ESTADOS UNIDOS.- A Brigitte Broch jamás le ha asustado decir que es autodidacta. No estudió diseño industrial, arquitectura o fotografía, ramas que se consideran importantes para hacer lo que ella hace: el diseño de producción, que comprende la construcción de sets y sus decorados, en una película.

Pero tiene ventajas: un ojo clínico, una disciplina como pocos, un cerebro que absorbe información sobre decorados al por mayor y, quizá lo más importante, como ha declarado, un gran instinto.

Y vaya que lo ha hecho bien: es ganadora de un Oscar por Moulin Rouge y es la consentida de Alejandro González Iñarritu, con quien ha trabajado en Amores perros, 21 gramos, Babel y recientemente Biutiful.

Hace poco estuvo en las pantalla nacionales la película The reader, donde fue responsable de todos los escenarios que pisaba Kate Winslet.

Brigitte nació en Koeslin, Alemania, hace 65 años. Hace cuatro décadas que vive en México.
De niña quiso ser actriz y bailarina. Su papá, un ex militar, le montaba escenografías y su madre era una fanática de decorar la casa. En su adolescencia se enamoró de un fotógrafo y aprendió de la imagen.

Salió de su país contrariada por la Segunda Guerra Mundial. No compartía lo que había pasado. Quiso viajar por el mundo y cuando conoció México en 1968, las paredes descarapeladas de las casas con tonos llamativos le hicieron darle un vuelco a su vida.

Brigitte se negaba a hablar el alemán. Pero comenzó a dar clases de inglés y trabajó como secretaria.
A fines de los años setenta ingresó a un taller de teatro donde conocería al realizador Luis Mandoki (Voces inocentes y Mirada de ángel) quien la invitaría a trabajar en un documental de la comunidad de los mazatlecos. Ahí quedó prendada del cine. Vendrían entonces trabajos con Luis Estrada (Bandidos); Guillermo del Toro (Cronos); Carlos Carrera (La Vida Conyugal) y Antonio Serrano (Sexo, Pudor y Lágrimas).

En 1996 el realizador australiano Baz Luhrmann la invitó para una versión modernista de Romeo y Julieta, que se rodaría en la Ciudad de México. Ahí conoció a un entonces desconocido Leonardo DiCaprio, quien al final de la producción, le regaló un corazón de tela a manera de cojín.

Por Romeo y Julieta obtuvo una candidatura el Oscar y su nombre cobró más relevancia. Pero ella seguía en lo suyo. Meses después fue reclutada para Amores perros. Después vendría una nueva invitación de Luhrmann para trabajar con Nicole Kidman en un largometraje musical.

El día que la postularon al Oscar, revisó las cintas contra las cuales competía y supo que tenía posibilidades de ganar. Después de todo, le comentaron, todo el mundo coincidía en que Moulin Rouge era un agasajo visual y que el diseño de arte ganaría. El Oscar lo colocó en un altarcito con San Judas Tadeo. Lo único que le faltó, reveló, fue una bandera mexicana, país del que se siente una más.

Ahora, la Broch descansa tras su labor en Biutiful, proyecto para el que González Iñárritu le pidió que se fijara en lo relacionado con inmigrantes y en hacer los escenarios que ocuparía el personaje de Javier Bardem. Y Brigitte, la que al principio de su carrera temía que le llamaran improvisada, volvió a cumplir.

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