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Alí Chumacero dicta los ingredientes de la poesía

El nonagenario autor se reunió con el público de la FIL para compartir algunas de sus composiciones

GUADALAJARA, JALISCO.- Tal como el vate nayarita Alí Chumacero apunta, sus capacidades físicas no son las mismas ahora que tiene 90 años de edad. Su genio creativo y la voluntad de compartir algunos de sus composiciones más célebres con el público de la FFIL, sin embargo, no se vieron mermadas ayer por la tarde durante su participación como figura central del Salón del Poeta del evento literario.

Chumacero, reunido en torno a más de 50 personas que se dieron cita para escucharlo en total silencio a petición suya -salvo en la parte final, cuando departió amablemente con los presentes-, fue presentado por el escritor jalisciense Jorge Esquinca, quien elogió la obra y el carácter de quien en alguna ocasión fuera editor del hoy tan homenajeado Carlos Fuentes.

“Voy a leer un pequeño texto, porque mis capacidades físicas han disminuido con los años, pero no me siento mal por ello por todo lo que he vivido”, expresó el poeta. Agradeció “la oportunidad que se me ha dado para aclarar las razones que justifican mi amor por la palabra, la razón de mi vida misma”.

El poeta, antes de empezar con la lectura de su obra, habló sobre la inalterabilidad de su vocación a lo largo de los años, “surgida en la adolescencia y fortalecida en la madurez”. A propósito de la edad con la que ahora cuenta, añadió que “la poesía es una forma del entusiasmo que a veces, a través del tiempo, encuentra un límite vital”.

Según sentenció el recientemente homenajeado por su nonagésimo aniversario, “a los 30 años, el ánimo de escribir es constante; a los 50 llega a su apogeo; y al caer en los 90, se corre el riesgo de no continuar con la culminación de los 50 y perder el entusiasmo de los 30. Sin embargo, hay ocasiones en que la vejez no ha sido un obstáculo para crear obras importantes. Pero estoy seguro de que la poesía es un impulso relacionado con el impulso juvenil”.

El amor, la desilusión, el júbilo y la ira son, de acuerdo a lo que reveló Chumacero, los ingredientes naturales de la poesía. El deber del poeta, por su parte, “ha de ser la de singularizar su voz. No existe la poesía sin influencias, pero lo importante es que éstas lo arrastren a descubrir su inclinación personal, porque sin influencias no hay poetas”, argumentó el autor de Páramos de sueños.

“Entre los escritores que ya empezamos a pintar canas, lo ideal es contribuir a la formación de los que apenas inician con el ejemplo para que venzan con pericia los escollos de su andar”, puntualizó Chumacero.

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