Entretenimiento
Adicción sexual
Con un ir y venir en el tiempo, se desarrolla la trama de Shame
Entiéndase la expresión en el doble sentido; como referencia de las contradicciones e indignidades que llenan su vida, y como alusión a la exhibición de sus genitales.
Es inusual que las películas estadounidenses acudan a tales recursos. Una regla no escrita de Hollywood dicta que no se desnuda el ego masculino, y mucho menos se expone a la vista esa parte del cuerpo que parece definir tajantemente su sexualidad.
Sin embargo, con este filme, el realizador Steve McQueen hace pensar que esos impulsos masculinos que la cultura popular ha considerado siempre ordinarios, la imagen del hombre como esclavo del sexo, probablemente merecen el escrutinio precavido de la psiquiatría.
Al parecer el director entendió que se trata de un tema serio y quiso demostrar las profundidades que distinguía, poniéndole las cosas difíciles al espectador. Echa a correr la narración sin diálogos, enlazando el presente y el pasado, y repitiendo incidentes para dar una idea de rutina.
Un hombre anda desnudo por su departamento, luego viaja en el metro y observa a una mujer frente a él, de nueva cuenta paseando sin ropa por su domicilio, otra vez al metro y a no quitar el ojo de la dama, de regreso a la vivienda a verlo en pelotas cómo orina, se baña y se masturba, de vuelta al metro donde la situación ya es seducción o acoso.
A lo largo de todo ese tramo ciertos sonidos se vuelven significativos, el ruido de las persianas de la habitación, el de la ducha, el de la contestadora teléfonica donde una voz repite: “Brandon ¿dónde estás?”.
El ritmo pausado y la sensación de vacío es desde la primera imagen un imperativo del relato. Un hombre acostado en la cama mira al techo. No se mueve ni parpadea, de pronto se incorpora y sale de cuadro, pero la cámara se queda fija en la cama desierta de sábanas blancas.
La película no abunda en explicaciones sobre el enigmático Brandon y su intensa necesidad sexual. En algún momento hay una mención bastante ambigua a lo que le sucedió en el pasado, y gracias a la intervención del personaje de la hermana, que también tiene lo suyo, se concluye que su infancia y juventud fueron peculiares, por decirlo de algún modo.
El terco minimalismo en todos los aspectos –la trama, el tratamiento visual, la ambientación– aunado a lo escabroso y banal de la existencia del protagonista, funcionan bastante bien y consiguen, con un poco de esfuerzo del espectador, mantener el interés.
Queda, para el recuerdo, como la señal más clara de las pretensiones de originalidad del realizador, la interpretación de la célebre canción New York, New York, con las palabras y la melodía arrastradas lentamente hasta causar desesperación.
Ficha técnica
Shame: deseos culpables (Shame)
Inglaterra, 2011
Dirección: Steve McQueen
Guión: Abi Morgan, Steve McQueen
Actuación: Michael Fassbender, Carey Mulligan, James Badge Dale.
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