Economía

Evite que le paguen con bonos de castigo

Los apuros por encontrar comprador, sea una máquina o un fraccionamiento, pueden tener consecuencias indeseables

GUADALAJARA, JALISCO.- Al principio, parece una enorme oportunidad. Uno busca comercializar un bien costoso —una maquinaria, un edificio, un lote de materia prima o producto terminado— y ante la dificultad, aparece alguien que sin regatear acepta comprar porque, en otra parte del mundo, tiene un cliente al que puede revender su adquisición.

El pago es inmediato, sólo que una parte es en unos bonos que, le dicen, son como cheques al portador para poder adquirir otro bien.

Todo parece convincente, hasta que uno se queda como el perro de las dos tortas, sin el bien propio y sin posibilidad de capitalizar esos bonos con el valor que le aseguraban.

No es raro que en los negocios, tanto entre particulares como con empresas, aparezcan propuestas aparentemente atractivas pero que suelen traer complicaciones y hasta engaños. Desgraciadamente, en tiempos de crisis, como ahora, el fenómeno aumenta. Los apuros de la gente suelen ser utilizados por opciones poco escrupulosas.

Las dificultades económicas llevan a algunas personas a creer en propuestas singulares, atractivas, pero que luego se convierten en verdaderos dolores de cabeza.

Tanto la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros (Condusef), como la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) han insistido a últimas fechas en los peligros de asumir riesgos innecesarios.

Éste es un ejemplo.

En los Juzgados Quinto y Noveno de lo Penal, en Puente Grande, Jalisco, tiene lugar un litigio por presunto fraude genérico, del que acusan a los representantes en México de Argent Trading International, LLC (EL INFORMADOR, 10 de junio), caso por el que al español Jorge Cueto Felgueroso de Santiago se le ha dictado auto de formal prisión.

Cueto es parte de un grupo de negociadores de Argent acusado por empresarios tapatíos, grupo en el que también se ha señalado a José Juan Canino Díaz, Mauricio Pérez Gutiérrez, Rafael Corral López Dóriga, Gregg Young y Fernando Aramouni (Público, 10 de junio).

Trueque o truco

El industrial Pablo Horn explicó a EL INFORMADOR que ante la caída de mercados para los productos que elaboraba, medias y calcetines Cibolain y Periquita, en buena medida por la invasión comercial a México de mercancías extranjeras más baratas y de menor calidad, hace dos años un amigo le recomendó a Argent Trading para vender las máquinas de su fábrica.

Luego de varias negociaciones, los representantes de Argent le ofrecieron un monto de APC (Asset Purchase Credit, también Asset Purchase Certificates; es decir, bonos para compra de activos) instrumentos financieros con valor nominal de un dólar estadounidense, que podría utilizar, le dijeron, en la adquisición de otros bienes dentro de un extenso catálogo de empresas y proveedores de la red internacional en la que Argent tiene actividades.

De acuerdo con su página de internet, esta empresa fundada en 1958 tiene presencia en Alemania, Bélgica, Brasil, Bulgaria, China, Colombia, Corea del Sur, Emiratos Árabes, España, Francia, Grecia, India, Italia, México, Portugal, Reino Unido, Rumania, Turquía, y Estados Unidos, donde está su matriz corporativa, en la Quinta Avenida de Manhattan. Uno de sus giros, es la compraventa de bienes muebles e inmuebles, por los que ofrece APC, que luego pueden cambiarse por otros bienes. Es decir, se trata de un trueque.

Las dificultades están en los detalles, explicó Horn. Argent acepta fácilmente los bienes que le ofrecen, y paga total o parcialmente con APC, asegurando que en su red global de negocios existen muchos hombres de negocios y empresas en el mundo dispuestos a aceptar los bonos que ha recibido en la adquisición de otros bienes.

Aquí surge el problema. Los bienes ofrecidos en la red se ofrecen con sobreprecio, y los bonos, que tienen una vigencia máxima de tres años para ser intercambiados, pierden valor de cambio.

Aunque Argent Trading tiene oficina en nuestro país (Séneca 61, colonia Polanco, en la ciudad de México), sus actividades no son supervisadas por ninguna autoridad financiera de nuestro país. El empresario nacional que negocie con ellos se encuentra expuesto a su propio riesgo.

De acuerdo con Horn, que reclama perjuicios por casi 6.5 millones de dólares a su familia, los representantes de Argent le han reclamado que no ha sabido negociar los APC que están en su poder.

Por lo pronto, una rápida venta de activos se ha convertido en una pesadilla legal para poder recuperar lo perdido.

Este tipo de negocios no es nuevo en nuestro país. Hace tres años, el reconocido columnista económico Alberto Barranco escribió: “Las pequeñas y medianas empresas constructoras se están metiendo en un pantano, al aceptar pagos en especie a título de Certificados para Compra de Activos, cuya redención se vuelve un calvario.

“Lo que al principio parecía una práctica accidental, derivada de una coyuntura pasajera, se está convirtiendo en una pesadilla que ubica a las firmas en un callejón sin salida: aceptar el castigo con que se colocan en un estrecho mercado secundario los papeles o canjearlos por mercancía a precios inflados”.

Barranco (El Siglo de Torreón, 21 de agosto de 2006) explica la forma de operar: “El gancho es la posibilidad de canjear los ya famosos papeles denominados APC por un departamento en Florida, un automóvil de lujo made in USA, una casita con vista al mar en Miami o alguna otra mercancía sofisticada con etiqueta de exclusiva. La firma que respalda los papeles tiene como razón social Argent Trading International LCC”.

De acuerdo con el columnista, el castigo sobre el precio nominal de los bonos es hasta de 40 por ciento.


Altos beneficios, grandes riesgos


Es difícil resistirse, pero en el mundo de los negocios suele haber un principio: a grandes utilidades prometidas, grandes riesgos. Ocurre con los depósitos off shore en paraísos fiscales, sucedió con los fondos de riesgo de Bernard Madoff, o el llamado Forex, siglas en inglés del mercado internacional de divisas, que promete rendimientos anuales de 200 por ciento.

Lo que nadie suele decir es que así como hay beneficios, suelen llegar con desventuras, porque algo fallar y puede perder gran parte de su inversión o el valor de su bien original.

Lo cierto es que nadie le va a responder, porque estas opciones suelen caminar sin fiscalización o supervisión de autoridades.

¿Le aseguran una ganancia maravillosa? Téngalo seguro: se juega mucho. (JAC)
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