Economía
Estrictamente personal
2012: bala de plata
Bestel, una de las cinco empresas más importantes de telecomunicaciones en México, es filial de Televisa y es manejada políticamente por el vicepresidente de Televisa, Bernardo Gómez, responsable de las negociaciones político-electorales de la compañía con gobiernos y aspirantes a un cargo de elección popular. En 2010 Bestel obtuvo un contrato a tres años para operar la red de telefonía interna en el ISSSTE —que antes tenía Telmex—, aprobado por su director Miguel Ángel Yunes.
La imputación de Slim sugiere la cobertura favorable que más adelante recibiría Yunes en los noticieros de Televisa, cuando fue candidato del PAN al Gobierno de Veracruz. Es decir, la inserción que a muchos pasó desapercibida, ubica la batalla por las telecomunicaciones en el campo de la política-electoral.
En la lógica del anuncio, Gómez negoció con Yunes apoyo en su campaña a cambio de una sinecura en telecomunicaciones, con lo que abre la duda si el Gobierno federal está dispuesto a inclinarse hacia uno de los bandos en esta batalla, a cambio, como deja entrever Slim, de favoritismo en campañas. En el caso del ISSSTE hay una investigación en curso, que no oculta, sin embargo, la gran arena en la cual se está escenificando el pleito entre los gigantes de medios.
La inserción abre un escenario para 2012 y la sucesión presidencial, particularmente por la percepción generalizada que el puntero en las preferencias electorales, el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, es impulsado por Televisa a cambio de contratos multimillonarios —que oscilan entre la cifra oficial de 300 millones de pesos al año de pauta con Televisa, al dato extraoficial de 700 millones de pesos—. La percepción, sin embargo, no tiene que ver con la realidad que está construyendo, y es lo que la inserción sugiere.
¿Realmente está Televisa casada con Peña Nieto? Quien así lo piense, puede estar equivocado. Ejecutivos de Televisa reconocen en privado que el Gobierno federal es su cliente principal. No dan cifras de la publicidad anual de la pauta federal, pero personas que han visto los números, la ubican en cuando menos dos mil 300 millones de pesos: casi ocho veces más que la inversión oficial mexiquense, más de tres veces si se toma la extraoficial.
Televisa no es un órgano político ni tiene afinidades ideológicas. Por encima de todo, como lo marcan los principios básicos de una empresa privada, están sus utilidades. Televisa se debe a sus accionistas en México y Nueva York, cruzando muchas veces la línea de la política para esos fines, como cuando el mismo Gómez le manoteó en la mesa al entonces candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, en la oficina del también entonces rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, por sus críticas, o cuando llenó de miel a la primera dama Marta Sahagún cuando eliminó el Gobierno de Vicente Fox los tiempos oficiales.
Pero Gómez no es amigo de ellos. Lo es —probado a lo largo de los años— del presidente de Televisa, Emilio Azcárraga, y lo defiende a él y a su empresa. Han inventado promociones políticas en esa compañía a través de sus pantallas, como una forma de aumentar utilidades. Pero, como lo marcan las reglas del capital, sin escrúpulos. La historia que se ve hoy en día de Peña Nieto en Televisa es la misma que se vio hace seis años con el entonces gobernador del Estado de México, Arturo Montiel, quien acaba de aceptar en un libro cómo se les entregó a los “televisos” y cómo lo sacrificaron cuando ya no les resultó útil.
Televisa tiene algo de lo que carece Slim: pantalla en televisión abierta. La televisión es muy poderosa, y quizás no construya un candidato vencedor, pero definitivamente sí lo destruye. Ése, es el alto valor político de una empresa que es 12 veces más chica que el Grupo Carso de Slim. En términos de utilidades, ¿qué le dejaría más a una empresa? ¿Pactar con el Gobierno federal 2012 a cambio de impedir a Slim alcanzar el codiciado triple play? Nadie se atreverá a decirlo abiertamente, pero Slim y su inserción mostraron la bala de plata.
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