La percepción de la memoria en "Cuando nadie nos nombre" de Luciana Sousa

"Cuando nadie nos nombre" es un clavado a lo más profundo de la memoria y el desgaste de la misma. A través de la mirada de Ana, la protagonista y voz narrativa, conocemos los recovecos más íntimos de su familia y sus recuerdos.

La historia arranca con Ana fumando junto a su madre, mientras en el interior de la casa habitada por tinieblas se desplaza su abuela, una mujer que ha ido olvidando retazos de su vida y con ellos, parte de sí misma. Ana disfruta de hacerla retroceder sobre sus pasos mientras le pregunta sucesos exactos sobre el día a día, como la hora, el mes, la estación, y cuando la abuela acierta, la protagonista reflexiona en lo increíble de la memoria. 

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Durante la novela, la autora viaja entre un presente henchido de recuerdos y el pasado que los solidificó. Ana nos cuenta la historia de su abuela, su madre, su hermano y hasta su padre quienes, con el tiempo, se han ido convirtiendo en recuerdos que deambulan por su vida. Viaja de manera física y, a través de sus memorias, al pueblo de Miró, donde discurrió gran parte de su vida hasta que se fue a la ciudad.

Ana cuenta con detalles, en ocasiones inconexos, la historia de Miró, de cómo comenzó a existir y después se convirtió en un pueblo de olvidos, al tiempo que ahonda en lo dolorosa que resultó la separación de sus padres y, posteriormente, la pérdida del mismo. Relata las confrontaciones con su hermano mayor, quien creció como un hombre taciturno y lleno de furia interna y, de igual manera, Ana devela su lado más feliz y tranquilo: Mara, su pareja. 

La novela dialoga con la posibilidad de olvidarse de vivir una vida con sentido, con amor y experiencias propias.

Ana, aunque experimenta dolores a lo largo de su vida utiliza sus recuerdos como algo moldeable que avanzan con ella en lugar de arrastrarla siempre al mismo lugar.

SL

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