Deportes
Wilma Rudolph, superación y velocidad
La “Gacela Negra”, mote que se le dio a Wilma en los Juegos Olímpicos de Roma 1960, logró tres medallas de oro y un bronce
GUADALAJARA, JALISCO (10/MAY/2016).- La historia de éxito de un atleta siempre está dividida en diversos capítulos que en su conjunto le dan, en ocasiones, un estatus de leyenda a quien la está viviendo.
Pero también, existen casos de deportistas cuyos caminos al éxito estuvieron llenos de episodios dramáticos dignos de algún guion cinematográfico, historias tan crudas, dolorosas, pero a la vez llenas de emotividad cuando se supera la adversidad. Tal es el caso de Wilma Rudolph, atleta estadounidense que brilló en Juegos Olímpicos en la década de los años 50.
Nacida el 23 de junio de 1940 en una de las zonas más pobres de Tennessee, en los Estados Unidos, Rudolph fue la vigésima hija de una familia de 22 hermanos, lo cual le trajo innumerables problemas de salud en su infancia, entre ellas una neumonía a los cuatro años y un ataque de poliomielitis a los seis años, con el que cerca estuvo de perder su pierna izquierda.
Los pronósticos médicos de la pequeña Wilma no eran los más favorables, pues los médicos le decían que no volvería a caminar en su vida despés de dicho padecimiento; sin embargo, la perseverancia y una vida orientada al ejercicio, comenzando con el basquetbol, hicieron de la norteamericana una de las atletas más reconocidas en su vida juvenil.
En su adolescencia, Rudolph comenzó a fortalecer más la sensibilidad de su pierna izquierda y poco a poco fue dándose cuenta de que una de sus virtudes era la velocidad, por lo que conocería a Ed Temple, entrenador de atletismo en la Universidad de Tennessee, quien se convirtió en su mentor y en una de las personas más importantes en la vida deportiva de la afroamericana.
Fue como, en 1956, el trabajo con Temple rendiría frutos para Wilma, quien se convertiría en la deportista más joven de la delegación estadounidense que participó en los Juegos Olímpicos de Melbourne, donde se llevó su primera medalla, un bronce en el relevo 4x100 y llegaría hasta las Semifinales de los 200 metros planos.
El verdadero potencial de Rudolph se desplegaría cuatro años después, en la justa de Roma 1960, donde se convertiría en una auténtica leyenda del tartán. Con sólo 20 años, la estadounidense se convertiría en la primera atleta de su país en ganar tres medallas de oro en una misma justa.
En primera instancia, se impuso en los 100 metros planos con un tiempo más que impresionante para la época: 11 segundos, superando por tres décimas el registro que hasta entonces era el récord del mundo.
Un día después, la norteamericana de nuevo mostraría su dominio sobre el resto al imponerse en los 200 metros planos y conseguir el oro en el relevo 4x100, donde el equipo femenil de los Estados Unidos establecería el récord mundial. Así había nacido la leyenda de la “Gacela Negra”.
Los logros deportivos de Wilma Rudolph terminarían en 1961, con la coronación como campeona mundial de 100 metros planos, en Stuttgart, para que, un año después, sorprendentemente y sin motivo aparente, dejara las pistas, a los 22 años.
A partir de ese momento, Wilma Rudolph dedicó el resto de su vida a luchar por los desprotegidos.
La tres veces medallista de oro se unió a la lucha contra la segregación racial que se vivía en los Estados Unidos en la década de los años sesenta y se dedicó a rescatar a jóvenes afroamericanos que se dedicaban a la vida de las pandillas, uniéndose a la “Operación Champion”, que se destinó a promover la práctica de algún deporte entre los jóvenes de pocas opciones.
Wilma Rudolph fallecería en noviembre de 1994, tras perder la carrera contra un tumor cerebral que se le detectó a principios de ese mismo año, pero dejando atrás todo un legado de perseverancia y humanidad que sólo las verdaderas leyendas olímpicas pueden transmitir.
LA FRASE
“Vencer es bellísimo. Pero si de verdad quieres hacer algo en la vida, el secreto está en aprender a perder. Nadie puede ser siempre imbatible”.
Wilma Rudolph, tricampeona olímpica.
Pero también, existen casos de deportistas cuyos caminos al éxito estuvieron llenos de episodios dramáticos dignos de algún guion cinematográfico, historias tan crudas, dolorosas, pero a la vez llenas de emotividad cuando se supera la adversidad. Tal es el caso de Wilma Rudolph, atleta estadounidense que brilló en Juegos Olímpicos en la década de los años 50.
Nacida el 23 de junio de 1940 en una de las zonas más pobres de Tennessee, en los Estados Unidos, Rudolph fue la vigésima hija de una familia de 22 hermanos, lo cual le trajo innumerables problemas de salud en su infancia, entre ellas una neumonía a los cuatro años y un ataque de poliomielitis a los seis años, con el que cerca estuvo de perder su pierna izquierda.
Los pronósticos médicos de la pequeña Wilma no eran los más favorables, pues los médicos le decían que no volvería a caminar en su vida despés de dicho padecimiento; sin embargo, la perseverancia y una vida orientada al ejercicio, comenzando con el basquetbol, hicieron de la norteamericana una de las atletas más reconocidas en su vida juvenil.
En su adolescencia, Rudolph comenzó a fortalecer más la sensibilidad de su pierna izquierda y poco a poco fue dándose cuenta de que una de sus virtudes era la velocidad, por lo que conocería a Ed Temple, entrenador de atletismo en la Universidad de Tennessee, quien se convirtió en su mentor y en una de las personas más importantes en la vida deportiva de la afroamericana.
Fue como, en 1956, el trabajo con Temple rendiría frutos para Wilma, quien se convertiría en la deportista más joven de la delegación estadounidense que participó en los Juegos Olímpicos de Melbourne, donde se llevó su primera medalla, un bronce en el relevo 4x100 y llegaría hasta las Semifinales de los 200 metros planos.
El verdadero potencial de Rudolph se desplegaría cuatro años después, en la justa de Roma 1960, donde se convertiría en una auténtica leyenda del tartán. Con sólo 20 años, la estadounidense se convertiría en la primera atleta de su país en ganar tres medallas de oro en una misma justa.
En primera instancia, se impuso en los 100 metros planos con un tiempo más que impresionante para la época: 11 segundos, superando por tres décimas el registro que hasta entonces era el récord del mundo.
Un día después, la norteamericana de nuevo mostraría su dominio sobre el resto al imponerse en los 200 metros planos y conseguir el oro en el relevo 4x100, donde el equipo femenil de los Estados Unidos establecería el récord mundial. Así había nacido la leyenda de la “Gacela Negra”.
Los logros deportivos de Wilma Rudolph terminarían en 1961, con la coronación como campeona mundial de 100 metros planos, en Stuttgart, para que, un año después, sorprendentemente y sin motivo aparente, dejara las pistas, a los 22 años.
A partir de ese momento, Wilma Rudolph dedicó el resto de su vida a luchar por los desprotegidos.
La tres veces medallista de oro se unió a la lucha contra la segregación racial que se vivía en los Estados Unidos en la década de los años sesenta y se dedicó a rescatar a jóvenes afroamericanos que se dedicaban a la vida de las pandillas, uniéndose a la “Operación Champion”, que se destinó a promover la práctica de algún deporte entre los jóvenes de pocas opciones.
Wilma Rudolph fallecería en noviembre de 1994, tras perder la carrera contra un tumor cerebral que se le detectó a principios de ese mismo año, pero dejando atrás todo un legado de perseverancia y humanidad que sólo las verdaderas leyendas olímpicas pueden transmitir.
LA FRASE
“Vencer es bellísimo. Pero si de verdad quieres hacer algo en la vida, el secreto está en aprender a perder. Nadie puede ser siempre imbatible”.
Wilma Rudolph, tricampeona olímpica.