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The Money Machine

Por Jaime Gallardo

En Atlanta comprobé una vez más la máquina de hacer dinero que es la Selección mexicana; tras el borrón y cuenta nueva, la esperanza renovada y todas las sandeces que se dicen, aras del marketing; la campaña de la televisora que manda en el futbol mexicano dice que este año pinta verde…verde dólar.

Sin que sea ilegítimo, se explota al máximo que la Selección mexicana es la única en el planeta que juega de local en dos países; del otro lado del río los connacionales buscan por medio del equipo de futbol la nación que dejaron atrás, pero que sienten tan cerca, la nobleza de los paisanos es tal que viajan largas distancias por carretera, hacen plantones afuera del hotel de concentración sin sentir el paso de las horas y en este caso el frío con total de ver, aunque sea de lejos, a algunos de sus ídolos. A diferencia del aislamiento con Javier Aguirre, en este primer partido con “Chepo” se permitió el contacto con los aficionados, incluso dentro del lobby del lujoso hotel en donde se hospedaron en el centro de Atlanta.

El ídolo del momento es Javier Hernández y los paisanos lo solicitaban con vehemencia, cuando gentilmente tanto, Jonny Magallón como Pablo Barrera, atendían a la gente a la salida de los elevadores y se escuchó decir: “Magallón, a qué hora baja el ‘Chícharo’”, luego cuando la puerta del ascensor se abrió y apareció “Chepo”, vino la orden “dile al ‘Chicharito’ que baje”.

Esta afición, a veces ingenua, va a ver a su Selección y la apoya de manera incondicional, no le importa si el portero es Ochoa, Corona, Oswaldo, Michel o Talavera; si está Cuauhtémoc o “Chícharo”, igual hacen grandes entradas, el rival es lo de menos, por lo mismo no hay exigencia. En los alrededores de los estadios se arma una feria, en donde patrocinadores y vendedores hacen su agosto, ya que por el sentido de pertenencia representado por una camiseta verde se pagan precios muy elevados por todo aquello que tenga el escudo de la Selección. De ese lado del río las transmisiones de los partidos del “Tri” se promueven muy bien y tienen pauta llena.

Gran ambiente el que hubo en las tribunas del Georgia Dome con los 50,507 asistentes, el costo de los boletos fue del rango de los 30 hasta 150 dólares; destacado el aporte de los miles de bosnios que le dieron un toque de mucho colorido, estos balcánicos resultaron gritones y notables adoradores de Baco; uno de sus discípulos perdió, no sólo la compostura, sino hasta los pantalones y en tanga, no le importó mostrar sus miserias, ingresó a la cancha ante el asombro de todos, incluidos los agentes de seguridad, que reaccionaron de manera tardía exhibiendo una lentitud, provocada por su evidente sobre peso, cuando corrieron de manera grotesca para someter al espontáneo nudista. Al término del partido el desalojo vehicular del Georgia Dome fue tan lento, que nada le pide en temas viales al Estadio Omnilfe.

En lo futbolístico, la gente fue a ver a Javier Hernández, quien no tuvo una noche afortunada falló varias jugadas muy claras de gol e incluso, erró un tiro penal; en contraste vio a Édgar Pacheco dar un partidazo, el jugador del Atlas fue el mejor de la cancha, reconocido por todos; Jesús Corona demostró que es una garantía bajo los tres postes, Chuy estuvo muy atinado, sabe que el futbol da revanchas.

En su primer partido como entrenador nacional, el equipo de José Manuel de la Torre ganó y convenció; en la conferencia de prensa estuvo mesurado con respuestas inteligentes, sobre todo en la autocrítica y en la mesura de sus comentarios; respecto al triunfo destacó pero no exaltó las actuaciones individuales y priorizó como virtud de su escuadra el juego colectivo.

Afortunadamente Bosnia no fue el flan que todos suponíamos, por sus seis importantes ausencias, y exigió, sobre todo en el primer tiempo, al equipo mexicano. Buen comienzo, próxima cita en Oakland, el 26 de marzo contra Paraguay.

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