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Sin comer, sin dormir y de aventón por Chivas
No carga dinero. Todas sus pertenencias, reducidas a una cobija y algo de ropa, van con él dentro de una mochila negra
“Sosa” no tiene familia. “Mi papá murió hace cinco años. Mi mamá, hace dos”, recuerda. La pregunta es inevitable: ¿Y dónde vives? Su respuesta es elocuente: “Donde juegue Chivas”. Así es su existencia. Apenas el domingo estaba en la Perla Tapatía, durante la goleada de 4-1 sobre Atlas, en el Estadio Jalisco.
Un día después, emprendió el viaje. No carga dinero. Todas sus pertenencias, reducidas a una cobija y algo de ropa, van con él dentro de una mochila negra. ¿Cómo llegar a Torreón, entonces? “De aventón”. Tiene 18 años, igual que Dawn y Fabilo, todos barristas de “La Irreverente”. En Tepatitlán los alcanzó Eliú, de 30 años.
Ha sido un traslado complicado. Sólo los tráileres te dan aventón y no todos. Los que van en carro son desconfianza. Hasta con los traileros tienes que ganarte su confianza, demostrar que sí vas al partido, no a hacer dagas. Por eso siempre voy con la rojiblanca puesta, relata el “Sosa”, después de la travesía.
Para llegar a territorio lagunero, han necesitado el aventón de dos distintos tráileres. El viaje ha durado más de dos días. La noche del miércoles, han dormido afuera del hotel donde Chivas se encontraba concentrado. Sin techo. Sin cobija adecuado. Pero con la ilusión de estar cerca del conjunto rojiblanco.
A diferencia de “Sosa”, sus compañeros de aventura no lucen tan desgastados. Él fue el único que no se bañó, dice uno de ellos, entre risas. Una aficionada rojiblanca de Torreón les ha abierto las puertas de su casa, para poder asearse rápidamente, antes de regresar a la concentración del Guadalajara.
No pueden acercarse a la puerta del hotel. Una cerca los detiene. La esperanza es que, al pasar por ahí, alguno de los jugadores acuda con ellos y otros 30 seguidores presentes, para tomarse fotografías o firmar autógrafos. Su sueño máximo: que los futbolistas puedan regalarles un boleto para el partido de la noche. Evidentemente, no tienen entradas.
Y a lo mejor no entramos al estadio. Pero ya sabemos a lo que venimos. A veces se puede y a veces no. Pero aunque no entremos al partido, estamos con Chivas en todos lados, de Chiapas a Tijuana, a donde sea con el Rebaño, sentencia “Sosa”.
El único alimento que han ingerido es el que otros rojiblancos de Torreón les ofrecen. Viajan sin dinero. Sin comer. Sin dormir. Y todo por estar cerca del Rebaño Sagrado.
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