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Sede del Super Bowl paga caro su apuesta al deporte

La construcción de estadios provocó el alza de impuestos en algunos aspectos

GLENDALE, ARIZONA (27/ENE/2015).- Todo Estados Unidos estará pendiente de Glendale el domingo, en que esa ciudad albergará el Super Bowl y a decenas de miles de aficionados que pagan fortunas por ver la gran final del futbol americano.

Lo que tal vez no vean en medio del revuelo es la dura realidad de la ciudad, que padece de grandes problemas financieros por sus fallidos esfuerzos por convertirse en un referente deportivo.

Glendale apostó fuerte al deporte hace 15 años e invirtió millones de dólares en un estadio de hóckey sobre hielo para los Arizona Coyotes. También construyó instalaciones para que los Medias Blancas de Chicago y los Dodgers de Los Angeles se entrenen durante la pretemporada de primavera. Pero la economía se desmoronó y el equipo de hockey quebró y ha cambiado de dueño varias veces en los últimos años.

La situación económica de la urbe mejoró, aunque a costa de subir los impuestos, reducir en un 25% la fuerza laboral municipal, cancelar algunos proyectos de pavimentación y reducir las horas en que funcionan las piscinas y las bibliotecas públicas. El impuesto a las ventas del 9.2% es de los más altos del país.

Para quienes postulan medidas fiscales conservadoras, Glendale es un ejemplo de los riesgos que corre una ciudad pequeña que invierte dinero en proyectos deportivos.

"En general, no es una buena idea", sostuvo Kurt Altman, asesor del Instituto Goldwater de Arizona, que se opuso a los incentivos que ofreció Glendale para contar con un equipo de hockey. "Dicen que el deporte atraerá gente, pero no es así".

Glendale es una ciudad de unos 250 mil habitantes al noroeste de la zona metropolitana de Phoenix. La región donde se construyeron le estadio de los Coyotes y el de los Arizona Cardinals de la NFL era un polvoriento sector rural. La gente que acude a los estadios puede ver numerosos tractores y equipo agrícola a los costados de las carreteras.

Cuando Coyotes y Cardenales buscaron nuevos estadios a comienzos del 2000 en la zona de Phoenix, Glendale se movilizó y ayudó a costear el estadio de los Coyotes con bonos por valor de 167 millones de dólares. La ciudad intervino nuevamente cuando las finanzas del equipo empezaron a ceder, decidida a evitar que se fuese a otro sitio. La municipalidad aportó 50 millones de dólares en años recientes y sigue haciendo pagos anuales por el estadio. El dinero que entra a cambio, no obstante, no es lo que se esperaba.

El estadio de futbol americano, con techo retráctil y un costo de 450 millones de dólares, se construyó en el 2006 y la municipalidad no aportó un centavo. Se costeó en buena medida con un nuevo impuesto a los autos de alquiler y los hoteles. El año pasado, no obstante, un juez dictaminó que el impuesto a los autos de alquiler era inconstitucional, lo que generó tremendo agujero en la financiación del estadio que será sede del Super Bowl. El tema sigue en los tribunales.

Glendale no es la única ciudad pequeña que enfrenta este tipo de problemas. En todo el país las municipalidades se debaten en torno a cuánto dinero invertir en estadios. La construcción del nuevo estadio de los Minnesota Vikings generó controversias por la suma que aportó el estado, que para muchos fue excesiva. En San Luis se discute en estos momentos si hay que destinar dinero público a un nuevo estadio para los Carneros y en Topeka, Kansas, se libra una intensa batalla en relación con una pista para carreras de autos, un proyecto que algunos comparan con el de Glendale.

El alcalde de Glendale Jerry Weiers dice que se rige por una máxima: "No vivo en el pasado. Solo pago por él".

Weiers considera que la municipalidad está pagando un precio muy caro por el Super Bowl.

De hecho, afirmó que perderá "un par de millones de dólares" por ser sede de ese evento, pues está destinando grandes sumas a horas extras, a la policía y a otras actividades relacionadas con el orden público, sin recibir mucho a cambio.

La gente que asistirá al Super Bowl se alojará mayormente en Phoenix y Scottsdale, y asomará por Glendale solo el día del partido, por lo que la ciudad no se beneficiará demasiado con su presencia. La municipalidad esperaba que el estado ayudase a costear las horas extras de la policía, pero la idea fue descartada por la legislatura estatal.

Weiers afirma que le duele haber tenido que reducir servicios y despedir gente, pero dice que había que hacerlo para mantener la solvencia financiera y evitar terminar como Detroit, que se declaró en bancarrota.


 
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