Deportes
Se va una heroína mexicana
La campeona murió en su domicilio por un infarto
Momento de gloria
La euforia se contuvo en un suspiro y Soraya Jiménez mantuvo en silencio a los millones que confiaron en una mexicana dando la sorpresa ante las potencias del mundo de la halterofilia. Soportó el peso sobre sus hombros y a pesar de algunos titubeos logró corregir la figura para levantar la barra de 127.5 kilógramos sobre su cabeza y alcanzar el oro que se convirtió en la euforia de todo un país al que le daba el primer campeonato olímpico en halterofilia ganado por una mujer mexicana.
Es la imagen del 18 de septiembre de 2000, cuando la pesista tenía 23 años y lucía su mejor forma en los Juegos Olímpicos de Sidney. A partir de ahí, como sucede con muchos de los héroes mexicanos que pasan de la gloria al infortunio, como si el destino así los señalara, comenzó una debacle que pasó por 14 operaciones, pérdida de un pulmón, tratamiento de cáncer, tres veces influenza, cinco paros cardiorrespiratorios, insuficiencia respiratoria y un fin a su historia no menos trágico, considerando los años al momento de decir adiós a este mundo: 35, la edad en la que había expresado sería su límite para convertirse en dirigente deportivo.
La mexicana no se conformó con la plata que ya tenía asegurada hasta el penúltimo de sus levantamientos, la coreana Ri Song Hui marchaba al frente. Después de conseguir los 122.5 en su tercero y último intento, la oriental ya no tenía oportunidad de otro levantamiento. Soraya fue por más, lo intentó y lo logró.
Su éxito fue esencia de una intensa preparación realizada en Bulgaria durante los cuatro meses previos a los Juegos Olímpicos, que para muchos rindieron su fruto, para otros, fue el punto de partida de su tragedia ya que algunos suplementos y complementos consumidos en aquel país le darían el resultado de dopaje positivo que sumó después de los Olímpicos, así como una serie de complicaciones a la salud producto de los mismos nutrientes que incluso fueron motivo de investigación internacional por la Asociación Mundial Antidopaje.
En 1998, en el marco de la Copa Guatemala impuso un récord mexicano con 187.5 kilogramos, el cual superó un año después en el Torneo Internacional Simón Bolivar en Venezuela en el que logró la que parecía una marca inalcanzable para una mujer mexicana con 190 kilogramos, mismo peso que le dio la medalla de plata de los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999 cuando fue octava del mundo y consiguió el boleto olímpico para llegar a Sidney con una nueva marca sorprendente de 210 kilogramos, 20 kilos más en menos de cuatro meses.
Levantó sospechas el rápido desarrollo de su potencial que acalló hasta que llegó a Sidney. No había más opciones, la decisión entre asegurar la plata o arriesgarlo todo la transformó en júbilo con un festejo que todavía mucho recuerdan: soltando la barra y dando un brinco con la mano en alto, con el grito de “¡México, México, México!”, el mismo que quizá ahora retumba hasta el cielo que tocó el día de su festejo.
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