Deportes

Rendirse no está en su diccionario

Rosy Hernández entrena a un grupo de niñas a quienes transmite valores en el deporte y en la vida

GUADALAJARA, JALISCO (16/FEB/2016).- No claudicar bajo ninguna circunstancia siempre lleva a cosechar frutos. Al menos, ese es el caso de Rosa Alejandrina Hernández Ramírez, tapatía que desde hace casi una década se dedica casi enteramente en cuerpo y alma a ser la mentora de un grupo de niñas que buscan ser alguien en el mundo de la gimnasia rítmica.

Rosy tiene a su cargo en la colonia Rancho de Nuevo de Guadalajara el gimnasio “Gilsol”, nombrado así en honor a sus padres (Gilberto y Soledad), donde, sin importar la hora, da clases de gimnasia a un grupo de 30 niñas de distintas edades, quienes buscan abrirse paso en el mundo de esta disciplina deportiva.

Pero Rosy no siempre ha gozado de los buenos tiempos, sino que a lo largo de toda su etapa dentro del deporte ha pasado por distintas circunstancias que quizá a otras personas les daría por declinar, pero en su caso no ha sido así, pues en su diccionario no existe la palabra rendirse.

A los 11 años, Rosy comenzó con su faceta de gimnasta. “Me gustó bastante porque lo vi como un reto, me gustan los retos, no me gusta que me digan que no puedo. La gimnasia es un deporte difícil en el que tiene uno que adaptarse a los tiempos, a las rutinas y me gustó, lo practiqué mucho tiempo”.

Sin embargo, por dedicarse al estudio y a su familia tuvo que dejar la práctica de este deporte, aunque no estuvo completamente desligada de la gimnasia y la retomó como mentora. “Hace mucho me dije que si no lo logré, hay muchas más niñas que lo pueden hacer, me gusta ayudar a la gente y empecé a dar clases”.

Así, algunas niñas de su colonia conociendo sus antecedentes como gimnasta, se acercaron a Rosy y le pidieron algunos consejos, iniciando así con su etapa como entrenadora de esta disciplina, hace cerca de 10 años, cuando apenas contaba con cuatro niñas que comenzaron a entrenar en algún espacio de su casa, ya fuera la cochera o inclusive en las calles, donde hubo momentos en que las sesiones se veían interrumpidas por el paso del transporte público.

Cuando el espacio comenzó a ser insuficiente gracias a que el grupo comenzó a crecer, fue tiempo de mudarse a un local cercano y seguir con el sueño de transmitir sus conocimientos a las pequeñas. Rosy pudo rentar un local que después resultó insuficiente y hace menos de un año trabaja en su actual gimnasio, donde le da cabida a 30 niñas a quienes ve ya como parte de su familia.

“Vi que las niñas estaban poniendo mucho de su parte y quise darles más, tuve que rentar un espacio más grande porque ya no cabían donde estábamos”. Añade además que de su parte nunca ha existido una negativa hacia sus alumnas y que siempre trata de apoyarlas de alguna u otra forma.

“Siempre les digo que el ‘no se puede’ no existe. Las apoyo bastante, me acerco con ellas como amiga, como maestra, como madre algunas veces, son parte de mi vida y siempre les he hablado de eso, que siempre se puede”.

También, dice que la ayuda que recibe de parte de los padres de familia ha sido fundamental, especialmente cuando la idea de trascender se ha hecho presente de un tiempo a la fecha. “Los papás siempre me han apoyado con ellas, estoy feliz. Tenemos el objetivo de llegar a un lugar más grande y tomé la decisión de meterlas a competir, quiero que ellas vayan a más y alcancen lo más que puedan”.

No siempre fue así, pues hubo momentos de conflicto, sobre todo en materia económica, cuando algunos padres se negaron a cooperar y la misma Rosy tuvo que aportar parte de sus ingresos que recibe al ejercer también como enfermera; sin embargo, esos padres que se negaron a ayudar en un principio, ahora son firmes creyentes de la filosofía de Rosy, pues han visto buenos resultados en sus hijas.

“Nunca imaginé llegar hasta aquí. Tener tantas niñas y verlas crecer en cada aspecto, han hecho cosas que no logré. Me ha costado mucho por combinarlo también con mi carrera y mi trabajo, pero nunca las he dejado (…) son guerreras, siempre han sido muy fuertes, son aventadas y creo que eso lo han aprendido de mí”.

Y a pesar de gozar de una estabilidad en su gimnasio, Rosy reconoce sus limitaciones en otras áreas, pero a pesar de no contar con alguien que le pueda ayudar, se ha encargado de con el tiempo ir puliendo esos detalles para sacar adelante su escuela, siempre con la idea de nunca rendirse, pues rendirse no es una idea que viva en su mente.

Unir a padres e hijas

La actividad que Rosy Hernández realiza en su gimnasio “Gilsol”, donde da clases de gimnasia, dice, ha sido un motor que ha impulsado a los padres de familia a ser más cercanos a sus hijas, algo que no ocurría durante los primeros pasos de sus alumnas y que para la propia entrenadora fue un aspecto que vivió en carne propia durante su infancia.

“Los padres han convivido más con sus hijas; al principio dudaban de ellas, pero ven que dan resultados y las empiezan a apoyar, conviven más con ellas, varias me lo han dicho, que sus papás pasan más tiempo con ellas y antes no solía ser así”.

Al borde de las lágrimas recuerda cómo en su infancia pasaba mucho tiempo sin que sus padres estuvieran cerca, pero que fue gracias al deporte lo que ayudó a hacer más sólida la relación con ellos. “Por eso me incliné por el deporte, porque eran los momentos en que podía estar con mis papás, cuando más estaban conmigo”.

La cercanía entre Rosa Alejandrina y sus padres ha llegado a tal grado que el gimnasio que ella tiene a su cargo combina los nombre de ambos, Gilberto y Soledad, nombres que le dan forma al gimnasio “Gilsol” y que ahora es motivo de orgullo para esta joven tapatía.

Una extraña transición

Cuando Rosa Alejandrina abandonó por un tiempo la práctica de la gimnasia, una disciplina más se atravesó en su camino, la cual llegó a contrastar notoriamente con el anterior deporte que practicaba. El judo comenzaba a ser parte de su vida durante la adolescencia.

“Como siempre he dicho me gustan los retos y cuando me explicaron cómo se practicaba el judo me convencí de hacerlo, me dije que podía hacerlo. No me creían, me decían que era muy femenina por haber practicado gimnasia, pero me fue muy bien”.

Con el paso del tiempo, Rosy fue sintiendo las grandes diferencias que existían entre una disciplina y otra, pero tampoco la gimnasia quedó fuera de su vida, pues mientras practicaba el arte marcial, combinaba algunas rutinas gimnasticas para mantener flexibilidad y fortaleza en otras áreas e inclusive, instruía a sus compañeros.

Eso la ha llevado a pensar en un proyecto que poco a poco espera cristalizar. “Ahora he tenido la idea de mezclar ambos deportes, todavía no tengo bien definido el proyecto, pero lo he platicado y tengo algunas ideas para ponerlo en marcha”, dice, aunque admite que entre sus estudiantes de gimnasia ya ha dado algunos esbozos de lo que sería esta combinación entre gimnasia y judo, los cuales, dice, han sido de la entera satisfacción de sus alumnas.

LA FRASE


“Siempre les digo que el ‘no se puede’ no existe. Las apoyo bastante, me acerco con ellas como amiga, como maestra, como madre algunas veces”.

Rosy Hernández, entrenadora.
Síguenos en

Temas

Sigue navegando