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Muere el antifutbol
Cuatro selecciones volcadas al ataque confirman que el juego defensivo no tiene cabida en los triunfadores de Sudáfrica 2010
La consagración de Grecia de la mano del técnico Otto Rehhagel en la Eurocopa 2004, con un juego ultradefensivo aprovechando al máximo las pocas oportunidades con balón parado, y algún contraataque esporádico habían encendido las señales de alerta para los estilistas del futbol.
Dos años más tarde, la Italia supertrabajada de Marcello Lippi obtuvo su cuarto título mundial en Alemania 2006, basando su esquema en el 'Muro de Berlín' liderado por Fabio Cannavaro, a la postre mejor jugador del torneo, frente a una Francia guerrera que atacaba con un solo hombre y Zinedine Zidane.
La fórmula del éxito parecía simple: defender, defender y si se puede, ganar aprovechando algún error del rival, al mejor estilo del viejo “catenaccio” italiano.
Para colmo, en la Copa América de Venezuela 2007, el nuevo Brasil de Dunga, sin “jogo bonito” y una tropa de corredores como Elano, Gilberto Silva o Josué goleaba 3-0 a la Argentina más lírica de los últimos años, con Leo Messi y Juan Román Riquelme en la cancha.
En Barcelona resurge el futbol de ataque
La nueva ola de ataque que renació en Cataluña con la filosofía de un Barcelona superofensivo, que dio pie a la base de la Furia Roja campeona de la Eurocopa 2008 cambió la tendencia.
El “tiqui-taca” español sedujo, especialmente con el vanguardista Pep Guardiola, director técnico del Barça glorioso de 2009.
El Mundial 2010 parece haber llevado a un cambio de sistemas tácticos que ha premiado a los elencos que salieron a buscar el triunfo, a imagen de España, Holanda, Alemania o incluso la vertiginosa Argentina de Diego Maradona.
"Con todos estos buenos jugadores de ataque que tengo, cómo los voy a dejar afuera", decía Maradona, cuando esa fórmula le había dado resultados contra equipos que salieron a esperar a Argentina, especialmente Grecia, que pagó con su eliminación su falta de iniciativa.
Lo mismo le sucedió a Suiza, un muro infranqueable contra España, a la que le dio un susto (1-0), pero luego cuando tuvo que buscar un triunfo demostró una gran falta de ideas, incluso, frente a la débil Honduras, a la que debía derrotar para clasificar a octavos y no pasó del empate 0-0.
Idéntica situación vivió Serbia. Sorprendió a Alemania (1-0), pero cuando dependía de ir a buscar la victoria ante Australia para avanzar, terminó perdiendo (2-1) y constatando que esos equipos sufren el síndrome de la “frazada corta”: cuando se descubren abajo, nada arriba y viceversa.
No saben jugar a otra cosa.
Marcello Lippi filmó un “remake”, cuando fue incapaz de quebrar a Paraguay (1-1), Nueva Zelanda (1-1) y mucho menos a Eslovaquia (2-3). "Esta es la realidad del futbol italiano", se lamentó Gianluigi Buffon.
El técnico francés, Raymond Domenech, el enamorado del 4-5-1, con un solo punta, amenazaba con pasar a un 4-3-3, pero sin Thierry Henry. Sin embargo, en Sudáfrica, Francia volvió al sistema que le dio crédito en 2006, pero el resultado fue un despiste bochornoso en primera ronda, con escándalo de vestuario incluido.
Campeón y subcampeón mundial, los que nunca arriesgaban, se iban en primera ronda. Inédito.
A su manera, el Chile ultraofensivo de Marcelo Bielsa, que cambió la mentalidad de sus jugadores, hizo historia clasificándose por primera vez en 12 años. Y Ghana, el más arriesgado de África, tuvo su premio con un boleto en cuartos y estuvo a un penal de las semis.
Esto es sin duda un premio para los que buscaron ganar, y un adiós sin pena ni gloria para el antifutbol.
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