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México humilla a Estados Unidos y es pentacampeón
México se consagró ayer como el protagonista estrella en la historia de la Copa Oro
Estados Unidos resignó así, en forma humillante, la posibilidad de alcanzar su quinto título, y el tercero al hilo, ya que se había alzado con los de 2005 y 2007.
Los mexicanos también fueron absolutos en las ediciones de 1993, 1996, 1998 y 2003. Apenas Canadá irrumpió en el palmarés de ganadores al llevarse el galardón de 2000.
México hace vibrar el Giant Stadium
Vibra el gigante de los Gigantes. El sol en su punto más alto cuando se toca el Himno Nacional Mexicano. Un ligero choque eléctrico recorre el cuerpo. Hay confianza en recuperar el trono de la Concacaf, en donde comenzó la maldición de 10 años sin vencer a Estados Unidos en casa.
Vigilancia extrema. No deja de ser Nueva York, y todo lo que está a su alrededor, sitio de gran cuidado. Antes de que la Selección Nacional saliera del hotel de concentración, la policía local revisó el autobús y demás vehículos que los llevarían al estadio con ayuda de perros entrenados en detección.
Lo mismo para la entrada al estacionamiento y en los torniquetes de acceso. No se escapa ningún detalle. Los encargados de seguridad tienen todo bajo control con todo y que los mexicanos están desesperados por entrar al estadio, como si fuera el primer día de las baratas. Cinco minutos antes de iniciar el encuentro las tribunas están repletas.
La delegación de directivos mexicanos ha engrosado sus filas. Seguros, como los aficionados, de que tienen ante sí la mejor oportunidad, en 10 años, de recuperar el título y de vencer a Estados Unidos en su territorio para sacudirse un peso que los tiene contra la pared.
Decio de María, secretario general de la FMF, y Enrique Borja, invitado, se unieron a Justino Compeán, presidente y Néstor de la Torre, director de selecciones nacionales, para la final de la Copa.
Los filtros se agudizan para llegar a los palcos. Joseph Blatter, presidente de la FIFA, fue invitado por su gran amigo Jack Warner, presidente de la Concacaf, para mostrarle orgulloso los resultados económicos que les ha arrojado una copa que amplió sus sedes a 13, y que en los últimos tres encuentros, los de finales, registró al menos tres entradas por encima de 50 mil aficionados. La mayoría para apoyar a México.
El estadounidense está enamorado de las estadísticas. Por eso, probablemente, es que en estas cuestiones del futbol o “soccer”, como prefieren llamarle, todavía no alcanzan el nivel de pasión del mexicano, apasionado para el asunto de las patadas.
En un lugar intermedio, hay algunos indefinidos. Jóvenes con más cara de mexicano que otra cosa, pero vestidos con playera en rayas rojas, blancas y las estrellas. Costarricenses, hondureños y salvadoreños que decepcionados vieron marcharse a sus selecciones, se unen a la causa contra el conjunto mexicano y sus seguidores. Ni siquiera así, se empareja la tribuna.
Que los verdes sean mayoría no es sorpresa. Para como van las cosas, esa supremacía en las gradas continuará durante mucho tiempo. Esa es una estadística que se pueden guardar los de casa.
La Concacaf, en tanto, se guardará el dinero de las entradas, éxito total gracias a que tienen la final soñada y que al mexicano, eso de las estadísticas no le hace tanto ruido como al “gabacho”. Fiel a su Selección, ha vuelto a llenar el gigante de los Gigantes, con la confianza de recuperar un título que sienten que les pertenece.
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