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La fiesta que se convirtió en amargura en casa de Charros

La afición se hizo presente en el primer partido de la final de la LMP

GUADALAJARA, JALISCO (22/ENE/2015).- Todos los ingredientes se pusieron sobre la mesa. Todo pintaba para ser una gran fiesta en el primero de la serie final de la Liga Mexicana del Pacífico, al menos desde la perspectiva de la afición de los de casa, los Charros de Jalisco.

Pero ya en el diamante, los seguidores albiazules vieron el poder de los Tomateros de Culiacán y las caras sonrientes al inicio del juego se convirtieron en caras largas después de la tragedia que presenciaron en la apertura del quinto rollo, cuando la novena guinda se despegó en la pizarra con un rally de seis carreras.

El vibrante ánimo que se vivió desde al menos hora y media antes del inicio del enfrentamiento se fue enfriando con el pasar de los minutos... y de los batazos de los Tomateros.

Los pañuelos blancos que en masa se agitaban en los primeros dos episodios fueron desapareciendo paulatinamente mientras la novena visitante pisaba la goma para sumar carrera tras carrera. Ni siquiera el sonido local ni los fuegos artificiales pudieron reavivar por completo los ánimos de los aficionados de los Charros.

Previamente y un par de horas antes del arranque del juego, todo parecía tranquilo en los alrededores del Estadio de Beisbol Charros de Jalisco y Atletismo. La policía de Zapopan montó un operativo especial y el ingreso al inmueble fue tranquilo. La reventa, que tantos dolores de cabeza provocó a algunos aficionados se hizo presente de nueva cuenta, aunque en menor medida que en la serie de semifinales.

Ya al interior, las gorras y los jerseys invadieron cada rincón; las filas en los puestos de comidas se hacían cada vez más largas al paso de los minutos y las butacas poco a poco se iban ocupando hasta que en cada rincón de las tribunas no cupo un alma más. Políticos, ex deportistas, familias completas, la gran mayoría de ellos entraron para ser testigos de algo que esperaban y que con el pasar de los innings la ilusión se fue derrumbando.

Todo pintaba para que la fiesta fuera en grande, al menos eso desde el punto de vista de los seguidores locales. Pero la fiesta terminó del otro lado, con los aficionados de Culiacán, que aunque en clara menor cantidad, sonrieron más que los locales.

EL INFORMADOR / Alan Rodríguez
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