Deportes
La excepción a la regla
Otro domingo mágico en Augusta
Lo que se vio ayer en el Augusta National es una versión “remasterizada” del nuevo Phil. Previo a 2004, era sueño guajiro el considerar al zurdo de San Diego como un favorito para ganar en “Majors”. No ganaba los torneos grandes ni por error.
Pero en ese 2004, Mickelson finalmente acabó con sus demonios, y ganó el Masters. Su primer “Major”, al que se le sumaron otros dos, en 2006, con otra victoria en Augusta y meses después el PGA Championship.
Sin embargo, la victoria en 2010 tiene un sabor especial para el zurdo de San Diego. Por el simple hecho de que pudo celebrarlo con su esposa, Amy, y su mamá, Mary, quienes fueron diagnosticadas con cáncer de mama en 2009, pero que hasta el momento, han recibido el tratamiento adecuado.
Antes de pensar en Phil el golfista, pensemos en Phil el hombre de familia. Mickelson siempre ha puntualizado que su familia siempre será prioridad por encima de todo lo demás.
¿Quiere ejemplos? En el US Open 1999, Amy Mickelson estaba a punto de dar a luz a su primogénita (que bautizaron con el nombre de Amanda). Durante toda la semana, Phil amenazó que, si esposa iniciaba las labores de parto en pleno torneo, él abandonaría el campeonato, aún y cuando fuera como líder.
El parto se retrasó, y aunque Mickelson no ganó, recibió una de las mejores frases que le pudo dar el monarca de ese US Open, el ya fallecido Payne Stewart: “Phil, vas a ser padre, y no hay mejor experiencia en este mundo”.
Esas palabras fueron bien aprendidas por el zurdo de San Diego. Le ayudaron a superar otra crisis, en 2003, cuando nació su hijo Evan, en un parto tan complicado que tanto el niño como Amy estuvieron a punto de morir.
Mickelson agradeció que la vida no le puso una tragedia enfrente, en ese momento. Ajustó su perspectiva y presentó una versión mejorada de él en el PGA Tour. Y llegaron los títulos de “Majors”.
¿Qué tanto le afectó a Phil la enfermedad de su esposa? Totalmente. Aunque el diagnóstico fue a tiempo -tanto para Amy como para Mary, la madre del golfista-, el simple hecho de pensar en el problema, mermó los resultados del zurdo.
Hasta que llegó al campo de Augusta National. Un sitio que tiene un poder curativo difícil de explicar. Y en donde Mickelson recibió la mejor medicina.
El sábado, se despachó con dos águilas consecutivas, y la tercera estuvo a centímetros de caer. Y en un domingo cardiaco, el zurdo californiano se mantuvo en pie.
Resolvió acertadamente los retos (como ese tiro improbable en el hoyo 13, para birdie), en camino a su 67 (-5) y vio cómo Lee Westwood, Anthony Kim, K.J. Choi y Tiger Woods se quedaron cortos en su intento por alcanzarlo.
Fue el tercer blazer verde para Mickelson. Quizá el de mejor sabor para él.
Correo electrónico: luis.hernandez@informador.com.mx
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