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El sitio y el valor le retribuyen a Capea

Su faena fue una demostración de que el medio toro es el que pide siempre ese plus de entrega y capacidad para triunfar

CON INFORMACIÓN DE MUNDOTOROMÉXICO.COM

MÉXICO, D.F.- Pedro Gutiérrez Lorenzo "El Capea" cortó una oreja meritoria al sexto toro de la tarde, perteneciente de la ganadería de Carranco, al que realizó una faena de aguante y dominio que terminó retribuyendo su esfuerzo donde la mentalización del toreo salmantino jugó un papel preponderante.

Y su faena fue una demostración de que el medio toro es el que pide siempre ese plus de entrega y capacidad para triunfar, siempre y cuando el torero que se pone delante tenga la actitud que el salmantino desplegó esta tarde en la Plaza México.

Porque no era fácil palantarle cara al toro, que miraba y a veces no se sabía si acudiría al cite del torero o directamente al muslo que éste le ponía como señuelo, y hasta se dejó olfatear en varias ocasiones el bordado de la taleguilla, en una férrea demostración de seguridad.

Así, de uno en uno, en la cuarda del toreo temerario pero con cabeza, Pedro le sacó agua a una piedra, y la gente terminó agradecido a aquella obra sustentada en las ganas de triunfar. Y una estocada certera la puso a Capea la oreja del toro en su mano derecha, la primera que corta en este escenario donde su padre fue capitán general.

La misma actitud mantuvo Pedro durante la lidia del tercero, un toro bajo y bien hecho, pero serio por delante y ofensivo de la ganadería de San Marcos, al que también se lo zumbó en otra faena con recuersos y entereza.
 
La clave fue la firmeza de procedimientos desde el mismo comienzo del trasteo, mediante unos eficaces doblones en los que desgranó destellos de mucho sello. Y si más tarde el toro no se entregó y embestía sin ritmo, Capea le dio tiempo y pulso para aprovechar la transmisión que tenía y así conectar con el público.

Cuando parecía que podía cortar un apéndice de este ejemplar, emborronó tan loable labor con el acero al pinchar en dos ocasiones antes de colocar una estocada honda que todavía requirió de un golpe de descabello para enviar al toro al destazadero.

Esta entonada actuación de Pedro en La México ha sido el reencuentro con un torero que apenas comienza a escribir su propia historia en esta plaza donde el mismo hecho de pronunciar su nombre, es sinónimo de admiración y respeto a la grandiosa figura del toreo que fue su padre.

La ausencia de bravura y, por consiguiente, emoción que deben aportar los toros en una corrida, fue una constante que marcó la tarde.

Humberto Flores finalizó su gallarda actuación entre los pitones del quinto, en un gesto de desesperación que le obligó a tirarse a matar de una forma heterodoxa, echándose literalmente encima de los pitones. Al de Ocotlán le salió barata aquella osadía.

Y es que había tratado en vano de meter en vereda a este ejemplar de San Marcos, el mas hecho del encierro, al que en algunos pasajes obligó a meter la cara. El toro se movía sin decir nada, y la acumulación de pases que ejecutó Humberto tampoco calaba en el público hasta que sobrevino la aparatosa cogida.

El segundo fue un toro reservón y tardo, que acudía rebrincado a las telas. Humberto se puso un tanto violento con el de Carranco y el toro de doña Laura terminó violentándose aún más por el pitón izquierdo. La faena careció de estructura y las buenas intenciones del torero se diluyeron.

Guillermo Martínez bosquejó una primera faena aseada, con ritmo y temple, a un toro armonioso de hechuras de San Marcos, pero demasiado dócil, que embestía con la cara alta y sin aportar emociones. El tapatío dejó la pierna retrasada y de esta manera consiguió ligar el toreo en redondo, en series de buen acabado que calentaron el ambiente.

Sin embargo, su deficiente manejo del descabello le granjeó pitos de un público que se volteó duramente en contra del torero.

En el séptimo salió dispuesto a trocar las lanza por cañas, pero no hubo manera ya que el de Carranco tampoco funcionó. Y para colmo de males, se partió un pitón por la cepa, al parecer en una brusca caída, hecho que irritó a un sector del público ya que no fue devuelto.

Algunas embestidas sueltas de buen estilo, pero carentes de fuerza y fondo, impdieron a Guillermo hilvanar los naturales de buena factura con mayor repetición. A estas alturas de la corrida la gente comenzaba a hartarse del escaso juego que estaban dando los toros.

Nuevos fallos a espadas se convirtieron en pitos cuando Martínez finalizó su quehacer, en otra tarde aciaga.

Morenito de Aranda pechó con un lote sin posibilidades, compuesto por un primer toro de San Marcos que huyó sin remedio de las telas. El burgalés trató de sujetarlo sin resultados y, después de una faena encomiabla, por las ganas de agradar, mató de una buena estocada que le granjeó palmas de reconocimiento.

El octavo estaba en tipo de Carranco: de lomo recto, algo alto de agujas, sin demasiado remate de cuatros traseros y cornivuelto, y resulta que al público no le gustó. Una vez más, la gente se erigió en el juez de plaza y protestó aireadamente la presencia de este toro cuya morfología no encaja en el ojo del aficionado capitalino.

Y como no fue devuelto, aquello terminó en cojiniza y malestar, en medio de las vanos intentos que hizo Morenito por sacar a flote su actuación en un día de gran responsabilidad.
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