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''Celeste, yo soy celeste''
Las calles se llenan de cánticos, gritos, porras, los rostros pintados y muestras de la cultura futbolera sudamericana
El autobús oficial que utilizó la Selección Argentina durante la Copa América arribó al Estadio Monumental de Buenos Aires, pero para desilusión del pueblo pampero, no venían en su interior los seleccionados argentinos, que según pronosticaron los expertos antes de la competencia, llegarían hasta la final.
Esta vez el transporte oficial de la Selección Argentina, trasladó a los periodistas acreditados para cubrir el juego por el título de la Copa América, desde el centro de prensa ubicado en el barrio Recoleta hasta el Estadio de River Plate, así como también fueron habilitados para el mismo servicio los demás autobuses cuyas selecciones dijeron adiós con anticipación al certamen continental.
Quienes sí llegaron fueron los seleccionados uruguayos y paraguayos con sed de victoria.
El día soleado en Buenos Aires, el horario oportuno y el clima benévolo de 14 grados centígrados antes de iniciar el juego propiciaron que los seguidores de Uruguay y Paraguay, desde su arribo a las inmediaciones del coloso, iniciaran la fiesta portando orgullosos los colores de su representativo nacional.
Los cánticos, los gritos, las porras, los rostros pintados, las banderas envolviendo los cuerpos, las pelucas, las cornetas, los sombreros, el “choripán” y un sinfín de muestras de la cultura futbolera sudamericana, anticiparon la apertura de las puertas del estadio ubicado en la calle Figueroa Alcorta 7597.
Más de 25 mil uruguayos impusieron su vehemencia sobre 10 mil paraguayos congregados en la tribuna, que junto con la afición local y la procedente de otras latitudes hicieron el lleno de 53 mil almas con sed de júbilo.
En la tribuna, los celestes fueron mayoría, en la cancha fueron superiores y en el festejo fueron efusivos.
Se impuso el mejor futbol, el mejor proyecto, el mejor conjunto, la mejor determinación, la mayor fuerza, y sobre todo, los goles, la esencia del futbol.
La fiesta no terminó con el silbatazo del árbitro brasileño, Salvio Fagundes, por el contrario, fue el inicio de una celebración en Buenos Aires y en todo Uruguay, que se prolongó toda la noche por la obtención del decimoquinto título celeste, que lo ubica como la mejor Selección de la historia en la justa continental.
Ernesto López Mota/Enviado
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