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Adiós, Necaxa..

A propósito

El descenso --virtualmente consumado-- del Necaxa a la hoy denominada “Primera División A”, no fue un accidente; tampoco fue un infortunio; no fue fruto de un complot o una conspiración... Puestos a llamar a las cosas por su nombre, fue la consecuencia lógica de una serie de errores meticulosamente cometidos por sus dirigentes.

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“Errores”, se ha dicho, porque aunque seguramente fueron buenas las intenciones de los dueños del juguete en decisiones como las de sacar al equipo de la Ciudad de México y llevárselo a Aguascalientes, y en las relacionadas con la integración del plantel de jugadores y la designación de los técnicos que se sucedieron a lo largo de la temporada (Omar Arellano padre, Daniel Alberto Brailowsky y Sergio Bueno), los resultados confirmaron lo que asienta el adagio: que “De buenas intenciones está empedrado el camino del infierno”.

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Los transplantes, en tratándose de equipos de futbol profesional, como los de ciertas plantas, son altamente riesgosos...
En el caso del Necaxa, su historia lo condenaba --para bien y para mal-- a quedarse en el Distrito Federal. Aunque el nombre del equipo lo vincula, en sus orígenes, con la presa hidroeléctrica del Estado de Puebla que abastecía a la Ciudad de México, las raíces del equipo siempre estuvieron en la capital... Si el Atlante se ganó a ley el título --que ya no es suyo-- de “el equipo del pueblo”, el Necaxa se convirtió en una de las primeras leyendas del futbol profesional en México, merced a títulos como “El Campeonísimo” --por haber sido el primer equipo que ganó en una sola temporada la Liga y la Copa, y, por ende, el gallardete de “Campeón de Campeones”--, y al de “el equipo de Los Once Hermanos”.

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Muchas cosas, en la campaña que se resuelve con el descenso de un equipo al circuito inferior del futbol mexicano, pueden ser aleatorias; accidentales...
Del Necaxa vale recordar que ya estuvo, hace dos años, en el purgatorio de la “Primera A”: algo que no deja de ser paradójico, si se considera que se trata del equipo que fue reconocido como el mejor de México en la década de los noventa por los tres títulos de Liga y las distinciones que consiguió en ese lapso... a despecho de que ya eran notorias, desde entonces, las penurias por las que atravesaba en el aspecto económico.
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