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* Ya hay dos...

A propósito por Jaime García Elías

En un campeonato de futbol, como en el cine, se necesitan dos. Uno de ellos pasa a la historia. El otro, al olvido... O, en el mejor de los casos, a la memoria de los ociosos: las estadísticas.

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En el caso del verdadero campeonato mexicano, el que ahora mismo se celebra, ya apareció en escena el segundo; el que hacía falta para disputar --o quién sabe si para subrayar...-- el protagonismo del Santos Laguna.
Éste estaba, en solitario, como inquilino de todas las carteleras, desde la primera jornada de la “Liguilla”. Si Cuauhtémoc Blanco hubiera sido un fiasco (como auguraban algunos: la mitad amparados en la lógica de que se trata de un jugador que supuestamente ya vive horas extra en el deporte; la otra mitad, por antipatía gratuita), esta sería una historia diferente: una película del oeste, pero sin protagonistas; una película de vaqueros anónimos contra indios desconocidos.

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El Cruz Azul, el domingo, alcanzó ese rango. Ya el tiempo dirá si fue por méritos propios o si fue porque Sergio Bernal, arquero de los “Pumas”, le regaló esa calidad por la pifia en que dejó su marco desguarnecido, y la pelota --inalcanzable para él-- en la testa de Miguel Sabah.

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Por supuesto, todavía puede ser que la historia se modifique. Todavía puede suceder que ni Santos Laguna ni Cruz Azul lleguen a la final. Todavía cabe la posibilidad de que el Toluca --desprovisto de figuras como Saturnino Cardoso o Vicente Sánchez-- y el Atlante irrumpan a última hora como aspirantes.

Si eso sucede --coincidirán los expertos--, habrá que hablar de sorpresas; habrá que decir que la lógica, como suele suceder en este terreno, resultó burlada. Habrá que desempolvar la frase consabida: los patos tirándole a las escopetas.

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En todo caso, los goles tempraneros que se registraron en ese partido, y la forma en que el Cruz Azul fue más allá de lo estrictamente necesario para dejar fuera de combate a los “Pumas” y dar la sensación de que el desenlace de este campeonato no quedó definido desde la primera aparición en escena de Blanco con el Santos Laguna, hicieron posible, el domingo por la tarde --en un horario inusual para partidos en la C. U.--, un partido verdaderamente digno de una “Liguilla”, en medio de la absoluta vulgaridad que hasta entonces había resplandecido.
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