Deportes

* Pacheco

Por Jaime García Elías

Cosas así, en el Atlas, se antojaban imposibles...

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Fue de dar pena, en el partido de hace dos semanas, ante Estudiantes Tecos, que los devotos de la causa, a los que se supondría devotos asimismo de “San Édgar Pacheco” una vez que éste fue “canonizado” formalmente por Chepo de la Torre al llamarlo reiterativamente a la Selección Nacional, abuchearan sistemáticamente a su ídolo. Lo hicieron porque la supuesta estrella más refulgente en la actual constelación rojinegra, lejos de aportar su talento en beneficio de la causa —y, a la pasada, del espectáculo—, se dedicó a sumar desaciertos y torpezas, cuando más necesitado estaba su equipo de lances que le permitieran aspirar a la victoria.
Y fueron de dar más pena aún, la tarde del miércoles, en el preliminar del Atlas-UNAM, ya no los simples abucheos y silbatinas, sino las expresiones ofensivas de los simpatizantes del Atlas al jugador en que hasta hace unas semanas tenían puestas sus complacencias.

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El fenómeno se explica por las recientes declaraciones de Pacheco. Primero, al externar que su ciclo como rojinegro se aproxima al final. Y segundo, al hacer un guiño impúdico hacia el Guadalajara: el adversario por excelencia de su actual equipo, nada menos.

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Los aficionados entienden que un profesional del futbol, por más que se le llegue a identificar con un equipo, cambie de aires por así convenir a sus intereses. Sobre todo porque están al tanto de las penurias que confrontan, tradicionalmente, los integrantes del plantel rojinegro, comprenden asimismo que los jugadores descollantes del Atlas alimentan, en su fuero interno, la esperanza de obtener un beneficio, llegado el momento, mediante el cambio de aires.
Entienden a la perfección, incluso, que Édgar, porque está en todo su derecho y porque ha dado señales de tener un estimable potencial como jugador, esté destinado a ser de los primeros en ser negociados, y en obtener el beneficio pecuniario corespondiente...
No entienden, en cambio, y no tan fácilmente le perdonan, que ya esté pensando en abandonar el barco, como las ratas, en plena travesía, cuando aún lo vincula con el club un compromiso económico, desde luego... pero también, se supone, un vínculo que debe traducirse en expresiones, si no de devoción y compromiso vitalicios, sí al menos, de respeto a la institución y a los sentimientos de sus simpatizantes: los aficionados a quienes irle al Atlas les cuesta.
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