Deportes
* 'Juego limpio'
Por Jaime García Elías
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Tratar de “vender” a los aficionados un partido de futbol, así, a base de explotar el resentimiento que alguno de ellos aún almacenaran, allá en el fondo de su corazoncito, porque el “Bofo” Bautista --uno de los jugadores emblema del Guadalajara actual-- pasó por el plantel chiapaneco sin pena ni gloria --o con más pena que gloria--, es un recurso publicitario barato y de baja estofa.
Invitar a los fanáticos (en la peor acepción del vocablo: quienes defienden ciegamente o con tenacidad desmedida sus preferencias o convicciones, sin respetar las de quienes difieren de ellas) a “abofotear” al adversario, o a centrar su animadversión --o su agresividad, incluso-- sobre algún jugador, en particular, es, literalmente, dar alas a los alacranes.
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Cuando Jardiel Poncela, a mediados del siglo pasado, acuñó la frase de que “El futbol es el bacilo de la guerra civil”, probablemente aún no nacía y seguramente aún no manifestaba sus fobias el primero de los “hooligans” que se han convertido en una plaga en los estadios europeos...
En la actualidad, nadie duda de que los clubes de futbol estarían obligados a fomentar la tolerancia, el respeto y el “fair play” --una bandera que la FIFA ha enarbolado de unos años a esta parte--, como vacunas contra formas de violencia que deberían desterrarse de los estadios y de la sociedad en general. Ni los desplegados que, en supuestos alardes de ingenio, publicaban las “Chivas” cuando tenían plantel para responder a sus bravatas, ni los que tienen que leer ahora, cuando cualquier hijo de vecino les ve la zanca y considera que puede dispararles impunemente unas cuantas cuchufletas, abonan un ápice a favor de los valores que todos los deportes --pero muy particularmente el futbol, por su popularidad-- deberían de fomentar.
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Moraleja de la historia: “El que a desplegados mata, a desplegados muere”.
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