Deportes

* Hombrada

Por Jaime García Elías

Para lo que hicieron las “Chivas”, entre miércoles y sábado, hay, en español, un vocablo justo a la medida: hombrada.

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En efecto: tiene que entenderse como una hombrada --“acción propia de un hombre generoso y esforzado”, según el diccionario-- mostrarse en el primer partido de la Liguilla, la tarde del miércoles en su estadio, como el gran equipo que casi nunca se dejó ver como tal durante la etapa clasificatoria.
La prueba más contundente ya ha sido subrayada continuamente por los observadores: los “Tigres” avanzaron como el número uno en la clasificación general; el Guadalajara tuvo que conformarse con colarse a la fiesta con el último de los ocho boletos disponibles. (¿Era ésa, por cierto, la sorpresa que prometió el dueño del balón...?).

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El calificativo viene a la medida para el hecho de ganar el encuentro por dos goles de diferencia a un equipo que --reiterémoslo-- había hecho merecimientos para terminar como líder de la clasificación general en el preámbulo de verdadero campeonato, y que se significaba, además, por la solvencia de su cuadro bajo.
Otro tanto tiene que decirse del orden, la aplicación táctica, la personalidad y el aplomo necesarios para resistir la presión de jugar “contra doce” --incluido el ambiente y un público que se precia de ser “el mejor de México”-- hasta que el destino les regaló la oportunidad de hacerlo contra 10, después de la expulsión de Juninho..., y, sobre todo, hasta que la diosa Fortuna, de plano, se quitó la máscara.

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Ya había dado indicios acerca del destinatario de sus complacencias a medida que Damián, Mancilla, Lobos, Jiménez y Juninho tuvieron, en el primer tiempo, situaciones claras de gol... y las resolvieron, una tras otra, con una vulgaridad indigna de verdaderos aspirantes al título.
Pero el colmo llegó a 15 minutos del final, cuando los dioses del estadio devolvieron a los rayados, envuelto para regalo, en las piernas de Reynoso, el gol que un segundo antes les habían negado hasta en dos ocasiones en las de Fabián: primero, al permitir que Saucedo le atajara un penal; después, al interponerse el poste derecho en el contrarremate del mismo atacante.

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El sábado, pues, Dios volvió a ser Chiva...
(Pero como es tan inconstante en esa materia --dicho sea con todo respeto--, ninguna certeza puede haber de que lo siga siendo de aquí al domingo).
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