Deportes

* Fintas

Por Jaime García Elías

Dar por muerto y sepultado para el futbol al “Bofo” Bautista sería tan aventurado como dar por hecho que resurgirá de sus cenizas, como el Ave Fénix, y que volverá a ser el futbolista espectacular, talentoso, que, al menos de manera intermitente, alguna vez llegó a ser con el Guadalajara.
(“Con el Guadalajara”, subrayémoslo, porque en los demás equipos por los que ha pasado en su carrera como profesional del futbol --y ya son varios...--, ha sido, en lo general, intrascendente. La clásica llamarada de petate).

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Venido a menos desde hace un buen rato, Bautista ha vuelto a dar la nota. Lo hizo esta vez por unas declaraciones acordes con su estilo futbolístico... Si lo notable en él, en la cancha, era una de las virtudes que Nacho Trelles, en sus tiempos de oráculo por excelencia del futbol mexicano, más estimaba en un jugador: la capacidad para hacer fintas con las piernas, esta vez lo hizo... con la lengua.
Adolfo comenzó por atribuir su alejamiento de los primeros planos del futbol, a supuestas presiones de su ex representante, Juan  Andrés Sámano. Puesto --contra su voluntad-- a comprobar en carne propia la sabiduría del proverbio que asegura que “somos amos de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras”, el “Bofo” quiso recoger las palabras que descuidadamente había dejado escapar. Imposible... Cuando se dio cuenta de que había metido el choclo hasta la ingle, porque culpar de su eclipsamiento a las maniobras de un personaje de pantalón largo implica tildar de pusilánime (o de corrupto) a su técnico --José Luis Real--, quiso borrar una declaración, tonta, con otra declaración --supuesta aclaración--, torpe.

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El Guadalajara hizo un buen negocio cuando transfirió a Bautista al Jaguares... e hizo un mal negocio cuando lo readquirió. Ni por su peso específico en la cancha (sus apariciones son cada vez más esporádicas e irrelevantes) ni por su capacidad para vender camisetas (el “Cubo” Torres y hasta Omar Arellano le deben estar dando, en ese aspecto, “15 y las malas”, como en el billar), el “Bofo” está en el lugar que, por derecho propio, le corresponde.
Y está ahí no porque nadie, desde afuera, con la complicidad de alguien más, desde adentro, le esté moviendo el tapete...
Está ahí --tenga o no la honradez profesional de reconocerlo-- por méritos (o, mejor dicho, deméritos) propios.
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