Deportes

* Exorcismo

Por Jaime García Elías

¿Será cierto, como andan diciendo por ahí, que el arbitraje en el futbol mexicano fluctúa entre lo simplemente calamitoso y lo decididamente infame...?
¿Serán motivo suficiente para cubrirse la cabeza de ceniza y desgarrarse las vestiduras, las expulsiones de Nicolás Olivera en el Monterrey-América, y de Talavera y Cervantes en el Cruz Azul-Toluca...?

¿Serán indicios, esas mismas expulsiones, de que el diablo anduvo suelto por las canchas del futbol mexicano, y que dichos episodios deben tener como consecuencia la intervención, con carácter de urgente, de lo más granado tanto del exorcismo como de la brujería de Catemaco, San Francisco del Rincón y Tateposco, donde es fama que ejercen su añejo y noble oficio los más prestigiosos doctores en el arte y ciencia de la nigromancia..?

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Si, como se espera, al final del cuento se reedita la historia de la semana pasada, cuando la Comisión Disciplinaria dejó sin efecto el partido de suspensión automática contra el “Cubo” Torres, por considerar que fue injusta la expulsión que se le aplicó en el “Clásico” Atlas-Guadalajara; si también en este caso la única consecuencia de los aparentes yerros arbitrales se limita a los minutos que los equipos en que militan los jugadores expulsados tuvieron que jugar disminuidos, se estará aplicando, en último análisis, el mismo criterio que se aplicó hace una semana: que los árbitros son humanos --falibles, pues--... y que todavía no se inventa ningún procedimiento que salve al futbol de las consecuencias de las pifias de los encargados de hacer cumplir las reglas.

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Lo curioso es que en la fracción de segundo (o los escasos segundos, a lo sumo) que transcurre desde que el incidente ocurre hasta el momento en que el árbitro debe emitir su veredicto (infracción o no, motivo de expulsión o no, a favor de los buenos o de los malos, de los rudos o de los técnicos, de los pintos o de los colorados), los “expertos” tienen las mismas dudas que los silbantes...

Sólo después de ver al microscopio los lances complicados, de repasarlos con los avances tecnológicos que permiten despejar dudas, quienes se arrogan el papel de jueces del juez, emiten, implacables, las sentencias condenatorias contra los únicos mortales que no tienen ni la facultad de ver el lance dudoso una docena de veces, ni de tomar decisiones cuando el margen de error es casi nulo.
Así, cualquiera es árbitro.
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