Deportes

* Condena

Por Jaime García Elías

En el libro del destino está escrito, según todos los indicios, que el Club Atlas, más tarde o más temprano, siga los pasos del Guadalajara...

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Sería aventurado decir cuándo se consumará lo que es, por ahora, una posibilidad apenas: la venta del club; la transformación de la hasta ahora Asociación Civil en una Sociedad Anónima; en último análisis, la metamorfosis de una entidad cimentada hasta ahora en un concepto romántico del deporte, en otra cimentada en criterios mercantiles.
Pero de que ese será, fatalmente, al final de la película, el desenlace de la historia, casi nadie tiene la menor duda.

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Antes de pronunciarse, de manera mayoritaria, por la venta de las acciones (con el consiguiente lucro, por demás legítimo, dicho sea de paso, de sus tenedores, herederos de ellas en la mayoría de los casos), el Guadalajara pasó por una etapa de transición: los años en que el equipo de futbol profesional estuvo bajo la férula, por la vía del arrendamiento, de Salvador Martínez Garza. Incapaces como fueron los dirigentes del club de tomar las riendas del equipo, por falta de visión empresarial, optaron luego por aceptar la oferta de Jorge Vergara. El resto de la historia de sobra se conoce.
El Atlas ha arrastrado su cruz, a lo largo de muchos años, por la misma vía dolorosa. A despecho del éxito financiero de sus clubes deportivos, a partir de la decisión histórica de abandonar sus raíces en El Paradero, el equipo de futbol profesional ha tenido muchas más penurias que alegrías. Excepcionalmente, a raíz de que coincida una camada de buenos jugadores, ha sido protagonista de las competencias domésticas. Regularmente, debilitado porque los apremios económicos lo obligan a desprenderse de sus talentos --Márquez y Guardado, por mencionar los casos más recientes...-- en cuanto despuntan, antes de alcanzar su sazón de madurez, ha tenido que resignarse a la modesta condición de extra... y a ser, incluso, el equipo mexicano que más veces (tres, para ser exactos) ha tenido que ir al purgatorio del circuito inferior, a expiar sus pecados de incompetencia.

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La historia de la venta del Guadalajara a un empresario, de los altibajos, encuentros y desencuentros, éxitos y fracasos, pleitos y reconciliaciones que desde entonces se han producido, demuestran que en este negocio es inevitable llegar, en efecto, para bien y para mal, al punto de venderle el alma al diablo...
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