Cultura

Visiones de atemajac

La BMW Art Car Collection en el MAZ

Definitivamente, no me cabe duda que podemos prescindir de buena parte del arte contemporáneo. Durante las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI un nutrido e influyente grupo de agentes del mundo del arte se han empeñado en construir justificaciones y discursos que respalden el accionar y mercantilización del arte generado por ciertos sectores.

Desde la base hegemónica creada en los Estados Unidos de la segunda posguerra, tanto artistas locales como europeos trasplantados, produjeron dos grandes corrientes artísticas: el Expresionismo Abstracto (en las décadas de los años cuarenta y cincuenta) y el Pop Art (en las décadas de los años sesenta y setenta). El Pop Art cumplió una función refrescante que permitió la renovación de algunos paradigmas. Se opuso a la solemne rigidez y alejamiento del arte convencional con respecto al ser humano real y cotidiano. Recontextualizó imágenes y símbolos de la cultura popular, del cómic y de la avasallante sociedad de consumo norteamericana para resignificarlos.

El impulso creativo y la iconoclastia la pusieron artistas como Lichtenstein, Wesselmann, Warhol o Rauschenberg. De la parafernalia se ocuparon tanto los críticos de arte, galeros y curadores hasta los coleccionistas y especuladores pasando, claro está, por una interminable cauda de aduladores y snobs inefables. No dudo que parte de las concepciones del arte contemporáneo sean legítimas. A todos nos benefician sus afanes de irreverencia y desmitificación de valores caducos. Cuestiono, en el caso de la BMW Art Car Collection, la eficacia de sus objetivos y aportes. Estamos frente a un proyecto fallido, el cual, de manera forzada, pretendió apropiarse del aliento creativo del Pop Art plástico y gráfico. Los autores del proyecto pensaron que se trataba de una tarea sencilla o mecánica transpolar dicha visualidad hacia la decoración de objetos utilitarios como los automóviles, los cuales, si nos atenemos a los exhibidos en el MAZ, carecen incluso de la belleza formal de otros modelos de colección (como el Fairlane cincuentero o el Thunderbird, entre otros).

Sin desdeñar las buenas y legítimas intenciones del proyecto inspirado en los postulados del Pop Art, éstos autos (intervenidos por algunos de los artistas mencionados) carecen del aliento creativo, emocional e iconoclasta  de la corriente que los inspira. Se tratan de objetos asépticos con poco o nulo poder de comunicación, ya no digamos los inocuos modelos en pequeña escala exhibidos en las vitrinas.

Sin dejar de estimar lo meritorio del esfuerzo desplegado por los responsables del Museo de Arte de Zapopan, creemos que estamos frente a un riesgo mal calculado. El montaje museográfico es impecable y la sala didáctica para niños es obviamente pertinente pero, insisto, estamos frente a un proyecto con olor a cartucho quemado y sin mayor impacto, el cual, envejeció sin resistir el paso de los 30 años habidos. Es muy relativo que la colección completa haya recorrido importantes museos internacionales y también lo es que Warhol haya declarado que el automóvil en ocasiones sea más bello que una obra de arte. La colección padece la esclerosis prematura de buena parte del arte contemporáneo y es que, en el veleidoso mundo del arte, no todo lo que brilla es oro.

navatorr@hotmail.com
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