Cultura

Visiones de Atemajac

Juan Soriano (VII)

Es momento de pasar a la espléndida descripción que Paz hace de un jovencísimo Soriano:  “Cuerpo ligero, de huesos frágiles como los de los esqueletos de juguetería, levemente encorvado no se sabe si por los presentimientos o las experiencias; manos largas y huesudas, sin elocuencia, de títere; hombros angostos que recuerdan las alas de petate del ángel o las membranas del murciélago; delgado pescuezo de volátil, resguardado por el cuello almidonado y estirado de la camisa; y el rostro: pájaro, potro huérfano, extraviado. Viste de mayor, niño vestido de hombre. O pájaro disfrazado de humano. O potro que fuera pájaro y niño y viejo al mismo tiempo. O, al fin, simplemente, niño permanente, sin años, amargo, cínico, ingenuo, malicioso, endurecido, desamparado […] Con la crueldad y el candor arrojado de los niños y la experiencia cautelosa de los viejos, hiere a su niñez. De la herida brotan seres misteriosos […] ¿qué infancia triste, qué lágrimas o qué soledad hay detrás de ellas? y barandales y corredores por los que corren niños solitarios, siempre a punto de caer en el patio […] Entre su obra y el que la contempla se crea un contacto, un choque, a veces una repulsa, y siempre una respuesta […] ¿Qué busca o expresa? ¿busca esa niñez que odia, como el enamorado que se golpea el corazón? Revela una infancia, un paraíso, púa y flor, perdido para los sentidos y para la inteligencia, pero que mana siempre, no como el agua de una fuente, sino como la sangre de una entraña. Nos revela, y se revela a sí mismo, una parte de nuestra intimidad, de nuestro ser. La más oculta, mínima y escondida; quizá la más poderosa”.

¡Bravo maestro Paz, qué delicia!

¿Qué lecturas entre líneas se desprenden del texto citado? Son varias y muy provechosas. Destaco tres. En primera instancia, la insistencia de Paz de encontrar las claves del personaje y obras sorianos en su infancia. Esto refuerza una de mis hipótesis: es en Guadalajara y su atmósfera donde Soriano signa su destino. En segunda instancia, aparece la sobreprotección que sus amigos y allegados le brindan a un carismático, inefable y -en apariencia- desvalido Soriano. En tercera, quizá la más poderosa, la seducción (no exenta de polémicas) que la obra pictórica de Soriano ha ejercido desde siempre.

¿Qué otros aspectos se acumularon para Soriano en la crítica década de los cuarenta? Vemos desde la profundización en su ideario pictórico personal -preferencia por la “luz” sobre el claroscuro; por las alegorías que partan de su mundo interior; por la construcción “escultórica” de sus formas- hasta la crisis moral propiciada por el drama de la Segunda Guerra Mundial (lo cual, según él, empujaba a su generación a la autodestrucción, a las borracheras y al sexo deleznable), pasando por la profundamente bella noción de “auroral” que gente de la talla de María Zambrano atribuían a las niñas pintadas por Soriano.

navatorr@hotmail.com
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