Cultura
Visiones de Atemajac
Medio siglo de la Casa de la Cultura Jalisciense (IV)
Salvo la Red Estatal de Bibliotecas o algunas producciones del Sistema Jalisciense de Radio y Televisión; salvo algunos momentos de su actividad editorial o el rescate o creación de ciertos espacios culturales y edificios patrimoniales en poblaciones del interior del Estado, el resto de las acciones y programas de la Secretaría en cuestión poco o nada aportan.
De cuando en cuando, los gobiernos estatales en turno propagan loas e informes del quehacer cultural regional. Dichos documentos impresos, salvo por lo cuidado de la impresión, diseño y fotografías, reproducen sin mayores escrúpulos y autocrítica el clásico tono triunfalista y distorsionador de la realidad.
Habrá que remarcar que lo que para ellos son logros y avances, para la percepción ciudadana equivalen a inercias, vacíos o insuficiencias, contrarios, por ende, a una política cultural con significativo impacto y trascendencia en el ámbito socio-cultural de la región. Incurren, por ejemplo, en la manida práctica de citar una interminable retahíla de eventos programados, como si la cantidad pudiera sustituir la calidad o como si esta profusión garantizara la consecución de las metas, pero, además, ¿qué aspectos o procesos operativos innovadores han añadido a lo que administraciones pasadas hicieron? ¿Cuánto se destina al pago de nómina de la burocracia engrosada y cuánto al fomento y creación artísticos? ¿Se ha dignificado el estatus de los creadores de arte ante los ojos de la ciudadanía, el empresariado y la clase política local? ¿Cuánto han mejorado los montos de las becas? ¿Están justamente homologadas con lo que perciben un oficial mayor, un alto funcionario o un diputado local? ¿Cuánto ha mejorado la educación artística o los apoyos económicos para proyectos de investigación, creación y defensa del patrimonio arquitectónico? ¿Cuánto la autonomía jurídica y financiera, la incidencia y contrapeso del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes? ¿Contamos con verdaderos museos respaldados por acervos e instalaciones y condiciones técnicas adecuadas? ¿Cuánto apoyan en realidad a sus “casas de cultura” los alcaldes y los regidores de los 124 municipios del Estado?
Es en esos contextos que la Casa de la Cultura vegeta. De ser punta de lanza cultural sesentera pasó a probar ciertas mieles en su “boom” de los setenta y primera mitad de los ochenta. Enseguida se vio obligada a mutarse en “elefante blanco” alojando improvisados estudios de radio y televisión de escasa penetración. Sobrevinieron las inercias, el abandono y la decadencia. Hoy en día agoniza como guardería de “teenagers” del Cedart (¿acaso el INBA y diputados federales no tienen recursos para que esta escuela tenga su propia sede?) y como recinto de exposiciones de bajo perfil solamente visitadas por fantasmas (¿qué culpa tiene el maestro Soriano?). Sospecho que las autoridades se están frotando las manos (o tronándose los dedos preocupados ante el reto, según sea el caso) ante la inminente mudanza de la Biblioteca Juan José Arreola hacia el flamante Centro Cultural Universitario. Porque la pregunta es: ¿Para qué quiere la Secretaría de Cultura el espacio que eventualmente se desocupará y con cuánto le va a entrar para dignificarlo social y culturalmente? Dejo la interrogante abierta.
navatorr@hotmail.com
Síguenos en