Cultura
Visiones de Atemajac
Un renovado ex Claustro de Santa María de Gracia (1)
Ocupado actualmente, como es bien sabido, por la Escuela de Artes de la Universidad de Guadalajara, este venerable espacio vive hoy en día una afortunada intervención para restaurarlo y reanimarlo. Esto, créanmelo, no es poca cosa. Recordemos que vivimos en una ciudad mas bien ingrata y en medio de habitantes mas bien apáticos con respecto a los asuntos, ya no digamos, de elemental y armónica convivencia social, urbana y del entorno natural, sino (¿será mucho pedir?) para con asuntos de respeto al patrimonio arquitectónico y a la memoria histórica.
Dicho lo cual, valdría la pena hacer un recorrido por los avatares y personajes que propiciaron el origen, desarrollo e impacto de tan entrañable sitio, con el afán de subrayar su importancia y con la intención de solidarizarnos con su proceso de restauración.
El Convento de Santa María de Gracia tiene un remoto y modestísimo antecedente, cuando en el año 1571 es constituido un Beaterio o Colegio de Niñas Pobres por instancias del responsable de la Mitra, don Francisco Gómez de Mendiola. En aquel entonces se habilitan unas casitas ubicadas en el terreno hoy ocupado por el Mercado Corona. Un puñado de beatas, encabezadas por doña Catalina Carvajal, atendían la primigenia fundación.
En 1588 son traídas de Puebla un grupo de monjas dominicas. Sus nombres eran: Sor Ana de Santa Catalina de Siena, Sor Francisca de la Cruz, novicia Sor María de Asunción y novicia Sor Beatriz de Cristo. El dominico Fray Domingo de Alzola, mitrado, las instala en las casitas del Beaterio oficializando la fundación del Convento.
El Deán y Cabildo Eclesiástico de 1590 ordenan el traslado del incipiente Convento hacia un terreno ubicado frente a San Agustín, ocupado previamente por la prematuramente desaparecida Iglesia Mayor de Guadalajara así como por el primer Hospital Real de San Miguel. Una pobrísima capilla de adobe y pocas habitaciones improvisadas constituyeron el arranque del futuro conjunto conventual.
El Obispo De la Mota y Escobar entrega a las dominicas en 1603, la inicial cantidad de 10 mil pesos para la construcción formal del convento y en 1630 las monjas solicitan al Cabildo Eclesiástico apoyos para la construcción del locutorio y mirador.
En 1661 el obispo Juan Ruiz Colmenero coloca la primera piedra del Templo de Santa María de Gracia, acelerándose también por estas fechas, la construcción del enorme convento. Es difícil determinar cuándo se edifican los diversos claustros y dependencias (podemos inferir que a fines del siglo XVII). El Templo, todos lo sabemos, sobrevive a la hecatombe decimonónica entre liberales y conservadores, llegando a nuestros días en relativo buen estado. No fue el caso del monumental conjunto conventual, salvo el claustro que nos ocupa.
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