Cultura

Visiones de Atemajac

Dr. Atl (XV)

¿Qué expresan sus autorretratos? A un individuo reconcentrado, retador, orgulloso de su condición de lobo estepario. Algunas versiones lo muestran trasudando virilidad en una inocultable satisfacción por sus valerosas conquistas vitales y sexuales. En otras lo vemos cansado y con un sutil rictus de amargura en sus facciones. Destaca siempre la amplia frente abombada (de persona inteligente, decían mis tías), desplantada desde un ceño notoriamente fruncido, colérico. Esta frente la trataba el Dr. Atl con mucha luz y reflejos y pastosas texturas. La idea era remarcarla, presumirla. Servía, asimismo, para enmarcar esos ojos pequeños, incisivos, relampagueantes. Arrojaban dagas filosísimas a sus opositores o a sus amantes. Podían provocar "mal de ojo" a la menor provocación o descuido. Debajo, emergen la nariz recia de tamaño regular y hechura griega, así como la boca de finos labios apretados, como a punto de explotar lanzando herejías de epopeya; a los lados, unos pómulos cincelados y más abajo la espléndida y legendaria barba aparentemente integrada por nimbos y cúmulos revoloteando.

En algunas de estas versiones sobresale la amplitud y luminosidad del entorno atmosférico. El Dr. Atl, nada más natural, apostaba por la simbiosis entre el objeto y el sujeto: entre el mundo natural y humano.

Veamos, para completar este apartado, sus poses grandilocuentes en los autorretratos de cuerpo entero. En el fechado en 1938 y pintado con atlcolors sobre cartón, se visualiza como un explorador moderno (lo era) ataviado con guantes, botas y ropa gruesa, apoyándose en un grueso e improvisado bastón (¿cetro?) de madera, conquistando laderas nevadas. En otro -realizado en carbón sobre papel-, se representa tocado con un insólito sombrero de campesino indígena y enfundado en una larga y antañona casaca: aquí no hay guantes y el bastón es delgado y modesto, pero eso sí, la dignidad en la pose corporal no puede faltar (como tampoco el asombro y orgullo ante la cumbre nevada o ante el cielo contrastado por una luz de aurora).

Tales actitudes y tal rostro tienen, como apunto líneas atrás, mucho de profeta bíblico. Agrego: Zeus amonestando mortales.

En casi todos estos trabajos, la resolución formal de los pliegues de ropa, partes del rostro y montañas con celajes del fondo nos remiten tanto a los diseños del modernismo como a las síntesis propias de los grabados, pinturas y murales de la Escuela Mexicana. Mientras mayor contraste y claridad en el diseño de las formas y volúmenes, mayor eficacia visual. Ésta fue una de las máximas del arte mexicano en la primera mitad del siglo XX.

Las composiciones tienen la armonía de la Sección Áurea y de los triángulos que reparten equilibradamente formas, volúmenes y masas jerarquizados. Esto último, aunado a una depurada técnica para aplicar y mezclar los -personalísimos- materiales sobre las superficies, le permiten al Dr. Atl jugar con programas cromáticos excepcionales. El color constituye una de las fortalezas de la iconografía atliana. Era por demás evidente que el pintor se dejaba permear por los estímulos externos del mundo natural, los cuales, filtrados por su mirada y sensibilidad altamente educadas, permitían tales experimentos y manejos cromáticos.

La pincelada es fluida, pero, curiosamente, ordenada y contenida. Esta última característica llama mi atención. Dado el temperamento de nuestro personaje, deberíamos ver pinceladas explosivas, gestuales, expresionistas, pero no es así: hay emotividad interactuando con premeditación y raciocinio. Este balance contrastaba con la vida de vorágine del Dr. Atl. El arte como remanso de paz, de equilibrio. Reconciliación.

navatorr@hotmail.com
 
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