Cultura
Visiones de Atemajac
Enrique Navarro
Hoy en día y en medio de supuestos regímenes más democráticos, equitativos y con mayores recursos, a los artistas, intelectuales y científicos no les tocan sino las migajas, con la circunstancia agravante de la distribución centralizada en el Valle de México de las becas, estímulos y prebendas, refiriéndome, de manera particular, a las ofertadas para artistas visuales.
El caso es que Atl saboreó las mieles de apoyos verdaderos y fue a rodar -en primera estancia- siete largos años en Europa (1896-1903).
"Mochilero" del siglo pasado, recorrió a pie desde Roma a París y a Madrid. Fanfarrón, aseguraba que había tomado cursos de filosofía (nunca se comprobaron). Pintó y vendió cuadros para sobrevivir. Capturó serpientes venenosas escapadas de la jaula de un naturalista inglés durante una travesía de barco, presenció huelgas y manifestaciones, conoció la miseria y la vida errante, ganó una medalla de plata con un autorretrato de 1899 expuesto en el Salón de París, participó en un periódico del partido socialista de Italia, más un largo etcétera.
Vale la pena detenernos, al igual como lo hicimos con el caso de Goitia, en la peculiaridad que dicha aventura europea implicó para Atl. No dudo de ciertos beneficios que el contacto de museos, arte y cultura ajenos a los propios otorgan a quien lo experimenta. Todo ello puede implicar enriquecimiento, sin más.
Dudo, sin embargo, que deba ser un peregrinaje o pago de noviciado indispensable: muchos artistas ya traen la música por dentro y la íntima consigna de plantear su obra a partir de bases propias y muy personales, muy ajenas al pago de tributos en otras tierras.
En el caso de Gerardo Murillo, por ejemplo, ¿qué podía más?: ¿su evasión de los lazos familiares?, ¿su "esnobismo" (valga la expresión)?, ¿la moda de trasterrarse en la Ciudad de México o en Europa?, ¿su permanente huida trocada en andanzas legendarias?, ¿un masoquismo mal entendido para soportar soledades y tribulaciones? o ¿algún genuino impulso por conocer, comparar y aprender? Difícil saberlo. Podría ser una combinación de todas las variables.
Lo que sí nos queda claro es que, más allá de cuestionamientos posibles, el correr la legua lo hizo regresar más mundano y particularmente filoso. Se repatrió en 1903 y, señores, llegando y haciendo lumbre. Si no que lo diga gente como Clemente Orozco en su autobiografía.
Reconoce a Atl como una dínamo, como un alborotador fogoso y elocuente, como un hermano mayor dispuesto a jugársela por un muralismo y renacimiento de la cultura mexicana. Sí hubo, finalmente, algún beneficio derivado de sus correrías: el comparativo que Atl estableció con la cultura europea le permitió valorar las necesidades y perspectivas del arte mexicano. Agridulce aprendizaje.
navatorr@hotmail.com
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