Cultura

Una de cal... y una de arena

Se llevó a cabo el quinto concierto de la temporada dedicada a Beethoven y sus Nueve Sinfonías

GUADALAJARA, JALISCO (04/JUL/2010).-El adagio --“No hay quinto malo”-- se cumplió… a medias.

La presencia de Anshel Brusilow, viejo conocido de los habituales parroquianos del Teatro Degollado, como director huésped de la Orquesta Filarmónica de Jalisco en el quinto concierto de la temporada dedicada a Beethoven y sus Nueve Sinfonías, sirvió para impactar con una Pastoral (la No. 6, Op. 68, en Fa mayor) a la que faltó muy poco para ser calificada como “de antología”… y para borrarla a continuación, con una Octava (en Fa mayor, Op. 93) que escasamente consiguió la calificación aprobatoria.

Es probable que los ensayos previos apenas alcanzaran para conseguir una estupenda lectura de la Pastoral, tan llena de recovecos, y que la Octava, considerada una obra menor, se dejara a la buena de Dios. Lo cierto es que Brusilow logró en la Pastoral una excelente comunicación tanto con los músicos como con el público. Sobrio, eficaz, puntual, conocedor profundo e intérprete respetuoso de las obras programadas, el director estadounidense sacó de la OFJ lo mejor que en mucho tiempo se le ha escuchado.

Una obra tan conocida como la Sexta Sinfonía sólo puede tocarse de dos maneras: bien o mal. Con Brusilow se tocó muy bien: en el tempo justo; con los matices pulcramente dosificados; con todo el esmero que requerían pasajes tan exigentes por su sutileza (como la cadenza en que flauta, oboe y clarinete imitan el canto de los pájaros) o por su vigor (como la tempestad en el cuarto movimiento).

Salvo unas cuantas apenas perceptibles pifias del corno, casi perfecto.
Puesto que la Obertura Leonora No. 3, Op. 77, con que se abrió la velada, había servido para recordar que Brusilow tiene oficio, que la suya es una batuta magistral, moderada en los pianos, amplia en los fortes, desprovista de afectaciones y manierismos, la interpretación de la OFJ justificó los aplausos.

En la Octava, que cerró la velada, Brusilow y la OFJ fueron de más a menos. En los dos primeros movimientos, Anshel, sin necesidad de truculencias, le sacó partido a una obra de suyo brillante.

 En el tercero (tempo di menuetto) empezaron los problemas: se aceleró el tempo, en detrimento del fraseo. En el cuarto (allegro vivace) quedó la sensación de que tuvo de descuido lo que, en cambio, había tenido de esmero la preparación de la Pastoral. Fue una interpretación sucia, manchada por varias disonancias y asperezas, especialmente en los alientos, que se acentuaron en una coda final tumultuaria: como de banda de pueblo.

La acostumbrada repetición -toquen madera los asistentes, para que se repita lo bueno y se corrija lo notoriamente imperfecto del viernes-, este mediodía, a las 12:30 horas, en el mismo escenario.
Jaime García Elías
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