Cultura
Una banda que nunca pasa de moda
La Banda de Música del Estado celebra 129 años mañana, en el Teatro Degollado
Así como la historia de esta agrupación está ligada a la historia de Guadalajara, la de muchos oyentes que acuden a cada audición de la Banda en la Plaza de Armas tampoco puede contarse si entre las anécdotas no suena, por ejemplo, la canción de Granada, de Agustín Lara, o el vals Sobre las Olas, de Juventino Rosas, ambas melodías muy solicitadas e interpretadas por la Banda.
Cada tarde de jueves y domingo, en el Centro de Guadalajara, Antonio Javier Contreras Reyes escucha a la Banda del Estado, y recuerda cuando su padre le compraba palomitas de una dulcería que, señala, está frente a la plaza, y que tenía por nombre “La Ideal”, para después sentarse y escuchar a la Banda de Música que sus ojos recuerdan majestuosa, sensación que desde 1938 no ha cambiado.
Ya jubilado, con 72 años de vida, el señor Contreras desconoce el sonido que tuvo la banda durante 44 años, en que su horario de trabajo no le permitía acudir a la escucha musical; la costumbre fue retomada cuando dejó de laborar, y, hoy, cada tarde en que se presenta la Banda, se sienta a la misma banca de la Plaza, y la comparte con las mismas cinco personas.
Uno de esos cinco no ha querido dar su nombre, pero sí cuenta que tiene 10 años encontrándose con la serenidad de una música que a cierta edad relaja, que remonta al ayer, que es disfrutable, sobre todo cuando a sus tímpanos llega el vals de su preferencia.
“La ciudad sabe, la gente se reúne”
Federico Palacios, director de la Banda, conoce a la mayoría de quienes, como el señor Contreras, conforman el público fiel de esas tardes tradicionales; antes de subirse y guiar con su batuta a los instrumentos de viento, Palacios saluda jovialmente a más de alguno. “La ciudad sabe, la gente se reúne, son tradiciones”, expresa el músico.
El oído del maestro Federico, con la autoridad de quien conoce, es capaz de localizar una mala ejecución de entre los múltiples instrumentos, acomodados de lo más agudo a lo más grave hasta formar una especie de concha acústica humana en el kiosco de la Plaza de Armas.
En primera fila, flautas, flautines, requintos, oboes; le siguen clarinetes, saxofones, trompetas, bugles, cornos y barítonos; como sonidos más graves, la última alineación es para trombones tubas y percusiones (tarola y tambora).
Uno de los instrumentistas de más tiempo emite el sonido del saxofón barítono. Francisco Javier Ponce tiene más de 30 años en la agrupación musical jalisciense y va a jubilarse como empleado de la Secretaría de Cultura estatal, de la que depende la Banda, en cuanto alguien supla su lugar.
Los músicos, refiere Federico Palacios, tienen derechos y obligaciones equivalentes a cualquier funcionario público. La Secretaría ha entendido que como artistas, además de las horas de ensayo en conjunto, los músicos se llevan a casa partituras que ensayan por horas hasta alcanzar un nivel apreciable, es por eso que su horario de trabajo no consiste en trabajar en un lugar fijo por las ocho horas que debe cubrir al día cualquier empleado.
Tras 30 años de servicio o al alcanzar una edad mayor a los 65 años, cualquier miembro de la Banda tiene derecho a jubilarse. Existe un organigrama conformado según un Reglamento Interno. En él están las figuras del director, subdirector, músico mayor, solistas, músicos de primera y segunda, y el staff; estos tres últimos, además de la del director, son las únicas plazas que no se han perdido con el pasar de los años.
El portador del sax barítono, el señor Ponce, es solista y también su historia se cuenta a la par de la de la Banda cuando ésta era dirigida por Manuel Mateos. En esos días, recuerda, bastaban ochenta pesos semanales para “vivir bien”, y él tenía por sueldo 300 pesos al mes. Hoy recibe siete mil pesos mensuales. Al jubilarse, piensa seguir sus actividades musicales con colegas del Sindicato de Músicos.
El aire de su embocadura marca una pauta crujiente cuando en el repertorio de aquel jueves tardío, se escucha un vals mexicano compuesto por Alberto M. Alvarado: Río Rosa. La Banda traza el dibujo de baile que incita al aplauso y al movimiento del pie, del hombro, de los labios que amplían una sonrisa.
Del sótano a la plaza de toda la vida
Bajo el escenario común de la Banda, la ciudad parece olvidar los sonidos estrepitosos que aquel vals opaca. Llegar a producir ese efecto conlleva horas de ensayo en el sótano del Teatro Degollado, donde los músicos se reúnen tres veces a la semana a perfeccionar el repertorio que los arreglistas musicales de hace más de cien años, escucharon en la radio y transcribieron a mano en partituras que aún prevalecen con un color amarillento y desgastado por las miradas sonoras que siguen el camino que ha de tener cada interpretación.
Para el director de la Banda, la música es como una obra de teatro. El músico dice que su agrupación tiene 50 actores, y él, como dirigente, se encarga de designar un papel para cada actor en la obra: “Cada quien tiene sus intervenciones, y al final del ensayo es cuando ya viene toda la obra, se presenta completa, es cuando uno dice uno: sí quedó bien, quedó regular, le voy a cambiar esto, (...). Todo está sujeto a un diálogo”.
La acústica susurrante de esta puesta en escena afina con la caída de las tardes tapatías. El compás del aire musical relaja a Javier Guillén todos los jueves desde hace cinco años: “Me gusta mucho la música, me gustan las interpretaciones que hacen; cada año, en el aniversario del concierto del Degollado, vamos”. Este 2012 cuando la Banda se presente en el Teatro Degollado mañana domingo 29 de abril, el señor Guillén asistirá a revivir lo que le parece “una costumbre muy bonita y muy natural”.
La tradición centenaria se concreta en escuchar, al filo de las seis y media de la tarde, una Marcha, seguida de un vals ligado a una obertura. La presentación airosa continúa con una canción breve o un son, para despedir con una obra más larga, generalmente una sinfonía que concluye en otro marcha un paso doble.
El listado auditivo se estudia con dos o tres meses de anticipación. Al compás de un danzón, una zarzuela o una opereta, la cuadratura de la Banda sensibiliza al oído. El orden de las armonías alcanza un clímax que los más de cincuenta alientos hacen posible.
El transeúnte más distraído detiene su paso para situarse en la Plaza de Armas, rodeada de edificios que resguardan aquella música que por años ha armonizado a Guadalajara.
La Banda del Estado expresa autoridad con el sonido, y entre las millones de notas que ha de tocar a lo largo de sus años, convergen otras tantas historias dispuestas a equilibrar la tradición jalisciense de una música que no pasa de moda.
PARA DISFRUTAR
La cita es a las 18:00 horas
Fue fundada en 1889 por José Clemente Aguirre Ayala, quien fue director de 1890 a 1900.
En sus inicios, tenía por nombre “Banda de la Gendarmería de la Escuela de Artes del Estado”; las presentaciones siempre han sido en Plaza de Armas.
Este domingo celebrará su 129 aniversario con la tradicional serenata que ofrecerán en el Teatro Degollado, a las 18:00 horas. Entrada gratuita. Boletos disponibles en las instalaciones del Teatro.
FRASE
"Me gusta mucho la música, me gustan las interpretaciones que hacen; cada año, en el aniversario del concierto del Degollado, vamos "
Javier Guillén,
admirador de la Banda de Música del Estado.
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