Cultura
Un momento en la vida de Martín Ramírez
Betsabeé Romero y Víctor Espinosa charlaron sobre ''El otro lado de la cordura''
Martín Romero salió de Jalisco hacia Estados Unidos en 1925 con la idea de ir a juntar dinero, sin embargó, llegó la crisis de 1929 y se quedó sin empleo. En 1931, tras ser detenido por la policía, fue recluido en un psiquiátrico en California, narró Espinosa, especialista en la vida y obra del pintor.
“Es uno de los cinco artistas más importantes en el mundo que es autodidacta”, resaltó para luego seguir contando la vida del jalisciense ante una centena de jóvenes que se dieron cita en el salón Montenegro.
No se le daba material para que pintara, pero él se las ingeniaba para conseguirlo: por las noches revisaba los botes de basura, como estaba permitido fumar, tomaba los cerillos de madera con puntas de carbonizadas y papel. Sus obras son carbón y crayón, esencialmente.
A pesar de su talento, cada dibujo que finalizaba era desechado. “Tiraban lo que hacía, dibujaba, tiraban lo que hacía, dibujaba... así estuvo hasta 1948, cuando, por problemas de sobrepoblación en el hospital, lo trasladaron”. Entonces encontró un poco de suerte, conoció a un profesor de psicología que estaba interesado en el arte que producían los enfermos mentales.
El profesor Tarmo Pasto “se da cuenta que ahí hay alguien que lleva años perfeccionando un lenguaje visual y recomienda que ya no se tiren los dibujos, que pueden servir para hacer análisis”. Es en ese momento a Martín Ramírez le dan lugar privilegiado en la celda, que fue hecha para 35 personas pero que habitaban más de 70, crean un espacio de protección entre dos camas, ahí le permiten trabajar. Y justo ahí Ramírez creó su obra, narró el especialista sobre el jalisciense que en 1952 entró en el mundo del arte, cuando comenzó a exhibir, pero sin revelar su identidad; pues era contra la ley dar a conocer el nombre de alguien que estaba viviendo en un hospital psiquiátrico.
El perfeccionamiento de un lenguaje
Martín Ramírez dibujaba de manera insistente los mismos temas, explicó en la charla el sociólogo, “¿por qué? porque le destruían sus obras. Destruían un caballo, dibujaba otro, en el proceso de reproducir y pintar los mismo, perfeccionó muchísimo su técnica”.
Lo más común en la obra de Ramírez son caballos, jinetes con una pistola, comentó Víctor Espinosa, sobre esto, Betsabeé Romero dijo: “Yo creo que ese hombre en el caballo está atacando el muro (…) el jinete siempre está encerrado, y con una pistolita que no le va a hacer nada a esos muros”, los especialistas coincidieron en que la obra de Ramírez es totalmente autobiográfica.
La artista le rinde un homenaje al jalisciense en la muestra que está en el Cabañas, ''Sin rodeos'', en una de las salas hecha in situ, ahí están las líneas características de la obra de Ramírez, ella quería que los visitantes se sintieran como se ese jinete, que estuvieran un momento dentro de la obra del pintor jalisciense.
Los expositores coincidieron en que su arte fue autobiográfico, “yo quiero contar mi vida, todo su arte es autobiográfico, los trenes, los caballos, las líneas, su mundo lo quiso expresar de una manera visual, él no hablaba inglés”, dijo Espinosa.
Martín Ramírez falleció en 1963 sin conocer ni recibir los frutos de su trabajo, que hora podrían alcanzar hasta un millón de dólares. Murió sin volver a ver su familia.
EL DATO
No está en México
No existe una sola pieza del jalisciense en México. La mayoría está en Estados Unidos. Las cinco que estuvieron en México, en colecciones privadas, fueron vendidas, una de ellas al Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA).
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