Cultura
Un mirador para descubrir Praga desde el aire
Impresiona observar de hito en hito la mole del Castillo, con todos sus palacios señoriales de elegantes esgrafiados, y la Catedral de San Vito
Praga: un globo aerostático de helio, no apto para quien sufra de vértigo, y que permite descubrir desde 60 metros de altura una original y soberbia vista de la capital checa.
El globo cautivo ofrece una experiencia única para dos personas por viaje, que se elevan durante unos 15 minutos sentados en dos sillas que cuelgan de la esfera, de nueve metros de diámetro.
Los asientos están habilitados para que puedan usarlos incluso niños o personas con discapacidad.
A medida que sube el globo, se va ganando respeto a la altura hasta quedar uno en silencio, producto de un cierto nerviosismo y de la perplejidad ante el desacostumbrado paisaje que salta a los ojos.
Impresiona observar de hito en hito la mole del Castillo, con todos sus palacios señoriales de elegantes esgrafiados, y la Catedral de San Vito, cuando lo habitual es ver el conjunto desde los pies de la colina.
Y ahí arriba, a vista de pájaro, comienzan a divisarse también detalles de la isla de Kampa que habitualmente pasan desapercibidos, como es el trazado barroco de sus calles y sus zonas verdes.
Llama además la atención el intrincado tráfico de barcos, que en ocasiones parece que van a chocar, o las abigarradas multitudes que recorren como hormigas el Puente de Carlos y los aledaños más turísticos de la ciudad.
Subir en esta atracción implica pocas condiciones. "No se debe estar borracho y si alguien tiene vértigo, no es para él. Pero no hace falta ninguna condición física especial; e incluso, cuando hay buen tiempo, dejamos subir a niños desde los tres años", explica el encargado del globo, Rene Kolacek.
"Tuve el año pasado a dos personas que llegaron en silla de ruedas y les subimos", añade el checo.
A pesar de que el globo permite cargar hasta 300 kilos, si alguien es pesado, de unos 150 kilos, "les dejamos subir de uno en uno, porque si hubiera dos personas, el asiento se desequilibraría", aclara Kolacek.
La única condición es que el viento no sople más de cinco metros por segundo, si bien Kolacek reconoce que ya a velocidades de entre tres y cinco metros, un ascenso a 60 metros es una "experiencia que desata la adrenalina".
Kolacek recuerda que el anterior operador del globo arriesgó algo con el viento, superando el límite permitido, lo que causó que se estrellara contra el pararrayos de un edificio cercano, mientras que en otra ocasión se pinchó en unos árboles, aunque ningún pasajero resultó herido.
El negocio "va bien", dice el checo, que no ha dejado de dar hora a sus clientes, sobre todo rusos, por un servicio que cuesta 38 euros por persona.
El inicio de la temporada requiere un desembolso de ocho mil euros para rellenar de helio un volumen de 380 metros cúbicos, aunque durante la temporada sólo es preciso rellenar el globo parcialmente cada dos semanas.
Para poner a andar el negocio hizo falta un año y medio de papeleos burocráticos, pues fue necesaria licencia de la autoridad aérea -que se renueva anualmente-, permiso de la empresa que supervisa la ribera del Moldava, autorización del Castillo de Praga y de la Oficina de Patrimonio.
Pero vencer las reticencias de las autoridades, que no permiten el vuelo de globos de aire caliente por la cercanía del aeropuerto internacional, ha tenido la recompensa de que sí han autorizado el ascenso, hasta un máximo de 70 metros, con este globo estático.
A diferencia del globo de helio, los globos de aire caliente "sólo pueden operar a 20 kilómetros de la ciudad", cuenta Kolacek.
En el caso de que haya algún problema, existe un radio transmisor en el asiento que permite a los pasajeros pedir auxilio, aunque, hasta ahora, "nunca nadie ha gritado pidiendo socorro", tranquiliza el encargado.
El globo está anclado al suelo por una maroma de acero que aguanta 20 toneladas, pero incluso si el cable se rompiera, "el globo sólo subiría a mil metros del suelo y luego dos válvulas de seguridad expulsarían el aire, por lo que aterrizaría lentamente".
Es lo que ocurrió el pasado 4 de agosto, cuando un viento huracanado de 110 kilómetros por hora arrancó el globo de su base.
Luego el viento lo arrastró hasta el distrito 19, a 10 kilómetros del centro de la ciudad, donde unos jóvenes lo encontraron y pidieron una recompensa de 800 euros para devolverlo.
Ahora el globo espera reparación en una empresa de Augsburgo (Alemania), que se encuentra cerrada por vacaciones, por lo que el artefacto no podrá volver a elevarse sobre Praga hasta septiembre.
No está claro que compense volver a llenarlo de helio, ya que la temporada de vuelos empieza el 1 de mayo y acaba el 30 de octubre, si bien el viento y las lluvias otoñales no lo hacen tan atractivo: "El año pasado acabamos el día 20", apostilla Kolacek.
PRAGA, REPÚBLICA CHECA (18/AGO/2013).- Ni unas escaleras ni un ascensor conducen al mirador más original de
El globo cautivo ofrece una experiencia única para dos personas por viaje, que se elevan durante unos 15 minutos sentados en dos sillas que cuelgan de la esfera, de nueve metros de diámetro.
Los asientos están habilitados para que puedan usarlos incluso niños o personas con discapacidad.
A medida que sube el globo, se va ganando respeto a la altura hasta quedar uno en silencio, producto de un cierto nerviosismo y de la perplejidad ante el desacostumbrado paisaje que salta a los ojos.
Impresiona observar de hito en hito la mole del Castillo, con todos sus palacios señoriales de elegantes esgrafiados, y la Catedral de San Vito, cuando lo habitual es ver el conjunto desde los pies de la colina.
Y ahí arriba, a vista de pájaro, comienzan a divisarse también detalles de la isla de Kampa que habitualmente pasan desapercibidos, como es el trazado barroco de sus calles y sus zonas verdes.
Llama además la atención el intrincado tráfico de barcos, que en ocasiones parece que van a chocar, o las abigarradas multitudes que recorren como hormigas el Puente de Carlos y los aledaños más turísticos de la ciudad.
Subir en esta atracción implica pocas condiciones. "No se debe estar borracho y si alguien tiene vértigo, no es para él. Pero no hace falta ninguna condición física especial; e incluso, cuando hay buen tiempo, dejamos subir a niños desde los tres años", explica el encargado del globo, Rene Kolacek.
"Tuve el año pasado a dos personas que llegaron en silla de ruedas y les subimos", añade el checo.
A pesar de que el globo permite cargar hasta 300 kilos, si alguien es pesado, de unos 150 kilos, "les dejamos subir de uno en uno, porque si hubiera dos personas, el asiento se desequilibraría", aclara Kolacek.
La única condición es que el viento no sople más de cinco metros por segundo, si bien Kolacek reconoce que ya a velocidades de entre tres y cinco metros, un ascenso a 60 metros es una "experiencia que desata la adrenalina".
Kolacek recuerda que el anterior operador del globo arriesgó algo con el viento, superando el límite permitido, lo que causó que se estrellara contra el pararrayos de un edificio cercano, mientras que en otra ocasión se pinchó en unos árboles, aunque ningún pasajero resultó herido.
El negocio "va bien", dice el checo, que no ha dejado de dar hora a sus clientes, sobre todo rusos, por un servicio que cuesta 38 euros por persona.
El inicio de la temporada requiere un desembolso de ocho mil euros para rellenar de helio un volumen de 380 metros cúbicos, aunque durante la temporada sólo es preciso rellenar el globo parcialmente cada dos semanas.
Para poner a andar el negocio hizo falta un año y medio de papeleos burocráticos, pues fue necesaria licencia de la autoridad aérea -que se renueva anualmente-, permiso de la empresa que supervisa la ribera del Moldava, autorización del Castillo de Praga y de la Oficina de Patrimonio.
Pero vencer las reticencias de las autoridades, que no permiten el vuelo de globos de aire caliente por la cercanía del aeropuerto internacional, ha tenido la recompensa de que sí han autorizado el ascenso, hasta un máximo de 70 metros, con este globo estático.
A diferencia del globo de helio, los globos de aire caliente "sólo pueden operar a 20 kilómetros de la ciudad", cuenta Kolacek.
En el caso de que haya algún problema, existe un radio transmisor en el asiento que permite a los pasajeros pedir auxilio, aunque, hasta ahora, "nunca nadie ha gritado pidiendo socorro", tranquiliza el encargado.
El globo está anclado al suelo por una maroma de acero que aguanta 20 toneladas, pero incluso si el cable se rompiera, "el globo sólo subiría a mil metros del suelo y luego dos válvulas de seguridad expulsarían el aire, por lo que aterrizaría lentamente".
Es lo que ocurrió el pasado 4 de agosto, cuando un viento huracanado de 110 kilómetros por hora arrancó el globo de su base.
Luego el viento lo arrastró hasta el distrito 19, a 10 kilómetros del centro de la ciudad, donde unos jóvenes lo encontraron y pidieron una recompensa de 800 euros para devolverlo.
Ahora el globo espera reparación en una empresa de Augsburgo (Alemania), que se encuentra cerrada por vacaciones, por lo que el artefacto no podrá volver a elevarse sobre Praga hasta septiembre.
No está claro que compense volver a llenarlo de helio, ya que la temporada de vuelos empieza el 1 de mayo y acaba el 30 de octubre, si bien el viento y las lluvias otoñales no lo hacen tan atractivo: "El año pasado acabamos el día 20", apostilla Kolacek.
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